31 de diciembre de 2007

12 de diciembre de 2007

Happy Navidad


Hasta que tenga finalizado mi crisma personal pongo el que realicé para la empresa que me da de comer. Está basado en el dibujo de una niña de 8 años (ver abajo).


Por el momento y hasta una felicitación oficial esto es todo. Prometo volver pronto con ilustraciones y textos nuevos.
Hasta más ver.

10 de noviembre de 2007

Hermano oso


El poblado de Dalion era un lugar próspero, rico en agricultura y ganadería. Los jóvenes que nacían en aquellas tierras eran bendecidos por la madre tierra y fue cuna de lo mayores héroes que jamás existieron entre la raza de los hombres. Hubiese sido el lugar más venturoso de todos si no fuere por la sombra que el valle ejercía sobre Dalion.

Después de la primera luna llena de la floración, el valle se sumergía en una marea parda que zozobraba la sosegada paz de Dalion. Los osos despertaban de su hibernación y el hambre les atraía hasta la fructífera pesca del poblado. Los asedios eran constantes y Dalion para mantener sus necesidades alimenticias puso al frente de su defensa a su generación más joven…

– Vamos Danock. O vas a perder la oportunidad otra vez – gritó un muchacho asomando la cabeza por entre las telas de la tienda.

Danock cogió su arco y su lanza y salió poseído de la tienda. Atravesó el poblado guiado por el sonido de la alarma. Frente a él y tras él, más niños y adolescentes le acompañaban, unos sólo con lanzas otros tan sólo con los arcos y sus flechas. Danock llevaba consigo ambos, y el cuchillo que todos siempre cargaban. Siguió corriendo hasta que ya no pudo más, allí vio al oso más grande que jamás había visto. El rugido le estremeció y se quedó quieto viendo cómo sus hermanos se enfrentaban a él. Entre los gritos y rugidos, se oía cómo le llamaban para que ayudara a abatir a la fiera. Pero se quedó inmóvil. Diez minutos después el oso cayó rendido y el pueblo volvió a la paz.
Danock era el único joven de toda la aldea que no había dado muerte nunca a ningún oso, era un joven intrépido y aguerrido pero jamás fue capaz de abatir a ningún oso.

Los adultos, cuando se enteraban del asedio, hacían una celebración y despellejaban al animal siendo el anfitrión de la cena su verdugo y la piel del oso.

Una noche de sin luna, las estrellas merodeaban campantes por la bóveda austral. Tan sólo algunos grillos y el croar de la ranas que sólo se silenciaban para acallar a los grillos, rompían la serena noche constelada.
Un temblor en la tierra despertó a todo el poblado haciendo salir a todos de sus tiendas con las antorchas prendidas para encender las hogueras. De repente algo oscuro, cayó del cielo aterrizando y reventando una de las tiendas. El pánico comenzó a propagarse y nadie fue capaz de reaccionar. No paraban de caer cosas hasta que una de éstas cayó próxima a la más anciana del lugar; anunció que era el dios de los osos furibundo por los suyos. El pavor se extendió con más gana.
Danock, adormecido salió de la tienda e inmediatamente se equipó dirigiéndose a una de las patas por la que comenzó a escalar por entre su pelaje. Constantemente recibía sacudidas hasta que trepó por su muslo y alcanzó el lomo. Estaba realmente alto y podía escuchar como su gente gritaba. Tomó su lanza y avanzó rápido hasta el cuello del animal. Torpemente consiguió llegar, pues incesablemente saltaba y se agitaba. Se irguió y tomando la lanza con sus dos manos la clavó en la nuca del coloso. Emitió un ronquido terrible que paralizó al mundo. Alzó su cuerpo sobre sus patas traseras y empezó a caer hacia atrás mientras su cuerpo reducía su tamaño. Danock, rápido y con las pocas fuerzas que le quedaban tuvo esforzarse por llegar a la panza para protegerse. Pocos segundos después el oso se estrelló en el centro del poblado. Todos rodearon polvadera que envolvía al animal, expectantes. Y de entre la nube de tierra apareció Danock cargando al dios oso.
Todos estallaron en alegría y celebraron su supervivencia.

Dalion y Danock desaparecieron con el dios oso siete soles más tarde.

Para Dani, que es como mi hermano oso.
Felicidades por esos 27.
30/10/2007

19 de octubre de 2007

¿No dices que por mi harías cualquier cosa?



Hazte una mamografía. Hoy (y siempre) contra el cáncer de mama.

11 de octubre de 2007

Facto Delafé y las flores azules



Mmm, qué bien suenan. Un directo en la presentación de su nuevo disco "la luz de la mañana" en fnac de diagonal mar en Barcelona.

8 de octubre de 2007

El Coco






















El Coco, era aquel monstruo que me asustaba en el pasillo de mi casa, ahora que me he mudado, él también lo ha hecho. Y se ha quedado en sombras del alba para tenerme controlado (qué majo ¬_¬' ).

Una colaboración para la web y sus pequeños proyectos participativos de Cristian Jiménez Lora.

1 de octubre de 2007

Penumbra

Todo era paz. El silencio acataba las órdenes del tiempo y permanecía inmóvil. La luminiscencia del cuadro rompía la quietud de la insomne tarde, cansada. Sobre la cama me sumí inerte ante todo. Ya fueran los estallidos del tiempo retrógrado, que en las calles gritaban por un paso libre, o los espíritus que en mi entorno, en distintas frecuencias a ésta, mi existencia, susurraban sobre mi permanencia impasible ante ellos, ante todo. Fui testigo por vez primera del tiempo, percibí cómo era devorado por éste. Acurrucado en el centro de mi lecho, desprovisto de imaginaria protección me quedé feto. La habitación empezó a sumergirse en las tinieblas. El cuadro cesó su luz. Yo, expectante a la nada. Y todo se volvía penumbra; no era luz, mas tampoco era oscuridad. De lo que podía apreciar nada parecía real y sin embargo lo que sucedía tenía repercusiones. Cerré los ojos y me adentré como un Dante sin guía al infierno de mi mente. Los círculos se precipitaban bajo mis pies y yo descendía sin comprender un regreso posible. Asumido en lo que creí ser mi perdición una luz blanca hizo zozobrar a la oscuridad y me exorcizó de mí mismo. Volví a la superficie de mi cama y sentí como mi cuerpo se había enfriado y entumecido; había estado muerto. Fueron varias las veces las que me hundí en mis infiernos y una menos la que fui rescatado.

Sólo los bisbiseos del otro lado devolvieron mi cuerpo a la vida; pero qué vida, si yo me encuentro entre ellos.

19 de septiembre de 2007

el poder de tu voz

Abrí mi correo. Tenía un vídeo que me mandaba Amnistía Internacional para captar socios, no me voy a hacer miembro de dicha organización, pero el clip es bueno, es directo y como ya me pasó con el spot de Acciona en su día tengo la necesidad de compartirlo. Habla de los derechos, los que dicen que nos son innatos y que a diario todo el mundo los agrede en pro de nuestro ego, si bien es verdad que no se refieren a nosotros en estos cuarenta y cuatro segundos, es de necios, excluirse de tales atentados que sin ser conscientes e incluso creyentes en que no los cometemos, somos activistas.


14 de septiembre de 2007

El niño cronopio (el principio)

Estaban sentados en uno de los sofás del hall del hotel y ella llevaba puesta su camisa, porque tenía frío.
De pronto le dijo -Un cronopio es una flor, pero dos; dos son un jardín-.
El muchacho se quedó callado largo rato. Finalmente la miró y le preguntó -¿Quieres ser tú mi cronopio?-.
El silencio invadió su mirada y respondió - No-.
El chico, sobrecogido, olvidó ese día y se prometió que se convertiría en cronopio y hallaría algún día un semejante con quien tener un jardín de flores silvestres.

31 de agosto de 2007

noche americana

25 de agosto de 2007

Aventureros del aire



Christian y un humilde servidor en una aventura aérea.

23 de agosto de 2007

Madura membrillos

Abrió las ventanas de su habitación. Eran las doce del mediodía, el cielo lucía sus mejores galas celestes. Lorenzo se escondía siempre altivo a la espalda de la casa. El aíre era fresco, inusualmente fresco para el mes de agosto. Septiembre le había alcanzado y le había quitado el sitio. Le vino a la memoria la frase de los ancianos sobre el sol “de madura membrillos” y respiró hondo y puro. El sabor del aire lo catapultó en el tiempo y se quedó apoyado con las manos sobre el borde la ventana viendo y sintiendo lo que años atrás era su cotidianeidad. Sintió nostalgia de tiempos no mejores. Abrigó la melancolía de esos inocentes días. Suspiró, y se apartó de la ventana. Dio entonces la espalda a los precoces días de septiembre y a lo que ello simbolizaba. Decide disfrutar de la inocencia que aún le queda.

21 de agosto de 2007

de dragones
y nobles justas


8 de agosto de 2007

Luna

Cerró la puerta con cuidado. Una noche más volvía a llegar tarde del estudio. Dejó con un pequeño sonido de fondo las llaves sobre el mueble del recibidor y avanzó en la oscuridad sin emitir ningún ruido. Finalmente llegó a la habitación, ella estaba desnuda sobre la cama con la chimenea cargada de leña ardiendo. Ése era su pacto. Ella le hizo prometer que siempre que llegara tarde le tendría que hacer el amor, pues era la única forma en la que contemplaba la reconciliación. No importaba que lo hubiesen hecho la noche anterior o esa misma mañana. Él desde la chimenea la observaba encandilado mientras se iba desabrochando la camisa. Siempre estaba muy cansado los días que llegaba tarde, pues era una señal evidente de que había sido un día largo, pero era justo en esos días cuando él más se esmeraba por ella. El día que ardía en deseos de poseerla le entraba directamente besándola en los labios con un delicado frenesí, mientras que con una de sus manos la sujetaba de las muñecas. Otras veces empezaba besándola en el cuello hasta llegar a su hombro. Si su intención era erizar su piel tan sólo tenía que empezar a besarla donde nacen sus senos para ir avanzando por ellos hasta conquistarla, siempre l-e-n-t-a-m-e-n-t-e con besos sutiles como si susurrara a la piel. Las persianas de la estancia estaban elevadas permitiendo la vista a la luna llena, que tanto le gusta, y a cualquiera que estuviera en disposición y solo. Lanzó la camisa al suelo. Se puso sobre ella sin cargar su peso. La olió. De sobras sabe que está despierta, finge el sueño para no romper la ilusión. Empezó a buscar sus puntos débiles, a buscar el lugar por donde se estremecería antes. Finalmente empezó a besarla por el interior de su pierna derecha a la vez que con sus manos le acariciaba sus muslos. La besaba incesantemente, paulatinamente, rítmicamente. Recorría su blanca piel con sus labios, siempre ascendiendo. Cuando hubo llegado a la altura de la ingle, paró. Suspiró con fuerza sobre su sexo y pasó a su otra pierna a repetir el ritual. Esta vez varió con pequeños mordisquitos escondidos tras sus besos. Cuando casi estaba a punto de llegar a la ingle, ella finalmente lanzó un contenido y silencioso gemido. Enseguida él sonrió y ella igual de veloz le cogió del pelo atrapándolo en el lujurioso mundo que se haya entre sus piernas dando rienda suelta a su deseo. Su cuerpo se retorcía con armoniosa fragilidad. A veces se arqueaba, pero enseguida él lo aplacaba y la sometía. Cuando sus piernas empezaron a relajarse, inició el ascenso. Sus manos emprendieron el viaje de exploración mientras que sus besos se recreaban en su vientre disfrutando con los descensos y ascensos. Él se podía quedar toda la eternidad allí, pero una vez más ella lo atrapó del pelo y se lo llevó a la boca. Su piel se encontraba muy fría y cuando tomó contacto con la de él, desencadenó el destemple de su cuerpo y sus pezones se endurecieron mientras sus cuerpos enzarzados, mantenían su particular guerra de caricias. Torpemente lograron deshacerse de sus pantalones y calzoncillos. Ella le mordía ligeramente su cuello. Le recompensó descendiendo por su abdomen; y alcanzando su miembro, lo besó y lo trató con la misma intensidad con la que él lo había hecho. Después de unas pocas miradas furtivas, volvió a reconciliarse con sus labios. Y entre los dos, finalmente interactuaron, se dieron cancha en su campo de batalla. Ella le clavaba sus uñas sobre su pecho y él la mantenía sujeta de las caderas. Habían iniciado una guerra que tardaría en terminar. Hubo que lamentar muchas pérdidas. Se hizo gala de un sin par de tácticas, que no hizo más que mantener la balanza equilibrada. Finalmente, sus cuerpos exhaustos, excitados y sudados reposaban el uno sobre el otro. Silenciosos. Ella tenía medio cuerpo sobre el de él, y el suyo al descubierto. Él, siempre atento, estiró el brazo alcanzando la sábana. Con cuidado la tapó. Ella ya había caído en el sueño. Y él se durmió feliz, sintiendo su respiración sobre el pecho.

4 de agosto de 2007

Microcuento III

náufrago
Había decidido intentarlo. El sol se había puesto centenares de veces tras la isla... Empujó las ramas y troncos hacia la orilla, se subió a la balsa y se entregó a la azulada oscuridad de la Vía Láctea. Exponiéndose a que alguna luz intermitente le guiara.

1 de agosto de 2007

el asesino del alba (testigo)

25 de julio de 2007

"I"

Y si las palabras fueran lo único que existieran en nuestro mundo. Y si tuviéramos que conformarnos con eso, sin miradas ni caricias. Y si por desgana del destino nos conformáramos con aceptar que el calor sólo puede provenir del sol. I es lo único que queda después de todo. Cuando los mares se alcen contra el mundo, y del cielo caigan piedras de hielo y roca. Cuando ningún Noé exista para proteger a las parejas. Cuando ya no queden tierras con qué prometer. ¿Qué nos quedará después de eso? El mundo seguirá rotando, continuará trasladándose. Y habrá que esperar, esperar para poder regresar en otra vida y en otro cuerpo, y esperar a que un destino holgazán esté de buenas. Y entonces cuando el ansiado momento llegue, I ya no será I sino M y eso lo cambiará todo. Todo. En un mundo de palabras una letra lo cambia todo, lo distorsiona todo. Lo destruye todo.

24 de julio de 2007

El principio de gratitud

No sé como agradecer según qué cosas y como es cierto que dicen que una imagen vale más que mil palabras... imaginad muchas imágenes seguidas.

22 de julio de 2007

Equilibrios

La oscuridad de la noche acecha en la ventana por la que el ritmo de una ciudad no se detiene ni frena su cesar de idas y venidas. La luz de las lámparas son las que mantienen, una noche más, la resistencia a su invasión. Por las esquinas de la estancia se arrastran los espías de la oscuridad que incesantes conspiran para la sombra. A veces en forma de araña en otras con la forma de los “bichos del papel”. Siempre cautelosos y vigías de mis desvelos. Omitirlos es tan necio como preocuparse por ellos. El calor se convierte en un antinatural aliado de las sombras haciendo abrir sus poros y empapar sus ropas. El zumbido de un mosquito le ronda la oreja, a la que se golpea vanamente. La resistencia comienza a declinar. El minutero no se detiene en el tiempo, alguien sigue estando con la luz… Lamentablemente el tiempo, lentamente, se va cambiando de bando descompensando la balanza. Aún no hay nada perdido. Poco a poco la cabeza comienza a ceder, los parpados empiezan flaquear y a parpadear con avidez cada pocos parpadeos. Su cuerpo también abandonó a su mente. Se sintió solo y cerró los ojos; se dejó llevar. Si la oscuridad tanto le deseaba, se dejaría arrastrar por ella, se iría allá donde es deseado. Se durmió. Los espías comenzaron a aproximársele y el mosquito se le posó en el cuello. El calor caló su cuerpo en sudor. Finalmente la luz cedió a lo inevitable y las bombillas perdieron su luminiscencia… La negrura de su corazón quebrado brotó y lo engulló todo a su alrededor. Al alba, se despertó desnudo y con frío en su habitación, no tenía nada. Ni muebles ni ordenador, ni tan siquiera su ropa. Volvía a empezar.

21 de julio de 2007

El oscuro dragón de la zona olvidada




La historia de Gerjo

Las llamas ascendían por lo alto de las colinas. Gerjo se asomó fisgón a la ventana vencido por la curiosidad, a pesar de que se le había prohibido. Todo el poblado estaba revolucionado. Una gigantesca y blanda bola, una inmensa masa de cúmulos cenicientos emergían del refugio de la montaña. El niño vio como tres carretas cargadas de hombres adultos partían hacia el monstruo gris. Alejó su vista de la partida y observó entusiasmado el espectáculo. Papá se marchó en el cuarto y último carro. Éste le sonrió mientras la carreta partía, Gerjo también lo hizo a la vez que se despedía con la mano. El padre se dio la vuelta y no volvió a girar la vista. Cuando la carreta hubo cruzado el umbral del pueblo, el muchacho ensimismado vio cómo el cielo se tornaba negro, eclipsando al mismo sol invadido por cientos de puntos negros. Pocos instantes después se descubrieron como dragones. Algunos planeaban raso y otros aterrizaban con agresividad flameando su aliento sobre las rústicas fachadas. El pánico se extendió por todo el pueblo. Los más jóvenes con algunos hombres al mando salieron a enfrentar a los dragones. No pretendían ganar, no podían. Asustado, Gerjo fue arrastrado de la mano por su madre, se dirigieron al refugio subterráneo. Atravesando el pétreo marco de la entrada del refugio, Gerjo pensó en padre y soltó a madre; echó a correr. La madre se volteó y al girarse vio como un dragón se interponía entre ella y su hijo que seguía corriendo. Un hombre agarró a la madre y la introdujo en el refugio gritando y llorando. La puerta se cerró.

Gerjo seguía corriendo. Hacía calor y el ruido que emitían los dragones eran escalofriantes, tras sus pasos rugían los fulgores de las llamas y el seco sonido de algún que otro mordisco al aire. La entrada del pueblo se encontraba ya cerca cuando tropezó con la colosal cola de un dragón blanco. Gerjo se levantó como pudo, se palmeó las piernas y sus rodillas ensangrentadas. Miró hacia atrás por primera vez y se encontró con una gigantesca cabeza de dragón de escama marfil, mostrando su teñidos dientes. Torció bruscamente la cabeza y empezó a correr yéndose en ello la vida. El dragón giró hacia Gerjo derruyendo todo a su paso con su cola y haciendo temblar todo el pueblo. El niño salió del pueblo y se introdujo en el bosque, siguiendo el camino que tomó su padre, mientras el dragón de marfil le seguía el rastro. Bajó el ritmo cuando se sintió guarecido por la sombra de los árboles. Pero el dragón no parecía interesado en cesar su búsqueda y empezó a incinerar el bosque.

Cuando el muchacho se dio cuenta de lo que sucedía reinició su marcha siguiendo el camino de las carretas. Sus piernas no le ayudaban a avanzar y cada vez más el dragón blanco volaba más bajo pudiendo percibir las profundas inhalaciones que el rastreador emitía. Seguía veloz hasta que el camino se convirtió en un río de sangre y fuego. Las cuatro carretas se encontraban astilladas y tronchadas en cientos de pedazos, los cuerpos de los hombres se hallaban, la mayoría, desmembrados y el olor a carne humana chamuscada invadía el ambiente. Gerjo se mareó y echó a llorar. Anduvo patizambo y desorientado mirando todos los rostros, buscando en todos ellos algo familiar. Inesperadamente un rugido estremecedor descubrió a Gerjo abriéndose paso con el batir de sus alas. El niño se tiró al suelo y se hizo un ovillo sujetándose las piernas con sus brazos mientras agazapaba la cabeza sin detener su llanto aún teniendo sus ojos cerrados. El dragón se abalanzó sobre el muchacho cuando de repente una voz gritó “¡Gerjo!” y al abrir los ojos vio como un hombre lo agarraba como si de un fardo se tratará y se lanzó a correr en la dirección de las carretas. El dragón de marfil enfurecido, exhaló su aliento tras los pasos de sus fugitivas presas. Los perdió tras el desvanecimiento de su humo.

Por fortuna, el final del bosque no había sido alcanzado por el dragón y pudieron salir de él. El hombre tornó la vista y contempló arder el pueblo, y a los dragones mezclándose con la columna de cenizas tan oscura como el crin de un caballo. Marfil atravesó la columna divisándoles y forzando al máximo las membranas de sus alas se precipitaba hacia ellos. Presto en su reacción se escondieron tras una inmensa roca pulida que aparecía como por arte de magia en medio de aquella pradera de flores de fuego.

Sobrevoló su escudo y aterrizó en pleno descampado con mirada desafiante. El hombre cubrió tras de él al niño y avanzaron hacia al dragón. Al primer paso rugió mostrando sus teñidos dientes con restos entre ellos, pero eso no interrumpió su paso. A pocos metros de la bestia de marfil ésta ingirió aire y expulsó una tremenda flama que impactó en la espalda del hombre que se tornó para cubrir a Gerjo. Antes de gritar de dolor le susurró al oído “No tengas miedo…”. Cuando el aliento se desvaneció, Gerjo, al moverse quebró la escultura calcinada de su protector, su padre, habiéndole cubierto con un manto de cenizas. Sollozando, mientras sus lágrimas surcaban por sus mejillas mostrando su piel en un rostro invadido por los días grises; continuó andando hacia el dragón. Éste miró desconfiado, y no reaccionó hasta que sus miradas se encontraron. El reptil volvió a inhalar y acto seguido el niño se abrazó a su cabeza. Sorprendido, el dragón lloró, y sin reparar en lo que estaba haciendo él y el niño explosionaron. Los dragones negros subieron por la columna de humo y se dispersaron sobre el firmamento en distintas direcciones. Gerjo salió disparado sujeto a la cabeza del dragón a la que poco a poco se iba separándose de ella. Finalmente, inconciente, aterrizó sobre un campo de flores de fuego que quemó sus ropas y cauterizó sus heridas mezcladas con la sangre del dragón.

El jaleo despertó a Gerjo, en cueros, se vio rodeado por la gente del refugio y los mayores de su pueblo. Se puso en pie torpemente. Todos le miraban, sus miradas presentaban asombro y miedo. Gerjo se sintió muy observado pero no entendió la razón hasta que volteó la vista hasta su espalda y descubrió que tenía alas. Atónito, flaqueó y cuando apoyó sus brazos en el suelo soltó un eructo acompañado con una pequeña flama. Todos se asustaron y alzaron las armas, la madre corrió hacia Gerjo, pero este asustado extendió sus alas e instintivamente alzó el vuelo hacia los cielos. Pocos lo volvieron a ver como un niño.

La historia de Gerjo cuenta que se convirtió en el líder de los dragones, siendo el más respetado, pues en sus venas corría sangre de la realeza. Dicen que amparó por la paz entre los hijos de la tierra y los reptiles del cielo. Nunca se supo de su paradero, algunos dicen haberlo visto volar de una a otra punta del continente. También se dice que para garantizar la seguridad de los hombres, pero otros en cambio defienden que en su lánguido vuelo por lo ancho de sus vastas regiones busca aquello que lo vuelva a convertir en humano y, poder así, volver a sentir el calor que ni las llamas más ardientes de la tierra le pueden otorgar.

9 de julio de 2007

Algo sobre mí

De pequeño quería ser astronauta, hasta que me pusieron los pies en la tierra. Entonces decidí que sería minero pero descubrí que tenía miedo a la oscuridad. Después de mucho discurrir me incliné por hacerme funambulista de un gran circo. Pero lejos de acabar en el circo he terminado en una depravación de éste.

Promobau 06/07 (libro de mi promoción)

4 de julio de 2007

Estoy perdido

Buscando un mapa o una dirección.

5 de junio de 2007

En el desván

Hola. Me llamo Erik Lynch. Tengo once años. Hace dos semanas, asesiné sin remordimientos a mi familia. Bajé las escaleras como siempre. Eran las dos de la madrugada, y era sábado. Primero decidí ir a por mi hermanita pequeña, pues siendo la más débil sería un buen entrante. Reconozco que me sentí muy bien viendo cómo con sus manitas delicadas luchaban contra una fuerza superior, anhelando un poco de aire. En realidad me caía bien, pero viviendo en mi familia estaba abocada a ser como ellos. Después de ver caer sus bracitos exhaustos, pensé que ya que había empezado era absurdo terminar tan pronto. Sólo tuve que dar unos pasos más. Y con ese pequeño esfuerzo me hallaba en frente de mi hermanito mayor, y por esa cualidad tuve que ser algo más drástico con él, debo de aclarar que tampoco se merecía menos. Cuidadosamente le até pasando una cuerda por debajo de la cama, no muy fuerte, sólo unas cuantas pasadas, lo justo para retenerle en su sobresalto. Y una vez todo dispuesto, cogí el bate de béisbol de acero que él me regaló hace una semana por mi cumpleaños y empecé a arremeter contra él. Los golpes contra su sien eran secos y mudos. Las cuerdas ejercieron su función y cinco golpes fueron suficientes para teñir el juego de sábanas. Al marcharme tuve que ir con cuidado para no tropezar con mi hermanito. Le siguieron mis papis. Fue lo más divertido. Me hallé en una controversia. ¿Cómo les quito la vida sin que me pillen? De repente mi bombilla se encendió. Subí a mi habitación, y cogí el hacha que papá perdió hace un año. Frente a su cama y subido a una silla le cercené la cabeza a papá, en clase no dijeron nunca que tuviéramos tanta sangre en el cuerpo. Que más da. Mamá se despertó suavemente, hasta que percibió la escena. Se quedó sin palabras. Buenas noches familia.

Yo me retiré a mi habitación, el desván. Y aquí sigo desde entonces. Mis papás por alguna burda razón guardaban una despensa enorme.

Hace dos semanas y tres días, me despertaron unos fuertes golpes en la ventana. Me desvelé. Eran las seis de la mañana, y hasta las ocho no tenía que ir al cole. Me levanté, y abrí el tragaluz. Dos cuervos aturdidos cayeron. Estaban un poco maltrechos, así que decidí cuidarles. Por alguna extraña razón me producían simpatía. Ese día fingí estar enfermo. Funcionó. Por la tarde ya estaba bueno.
Por lo que me fui a buscar unos ratoncitos al granero. La cacería fue fructífera. Al segundo día había agotado las reservas.

La noche del segundo día, tuve un sueño revelador. Por gracia divina mi subconsciente pensaba mientras descansaba mi cuerpo. Y me mostró la solución a todos mis problemas. Tan sólo soñé una imagen, pero fue más que suficiente. Un pájaro negro comiéndose un ojo.

El tercer día, debatí conmigo mismo.
Hace dos semanas llegué a la conclusión.
Hace una semana subí por fin el cuerpo de mi papá al desván con la ayuda de unas cuerdas y unas poleas que había en el granero. Lo puse en pié, y aún me pregunto cómo lo hice para que no volviera a perder la cabeza. Encendí la grabación. Una de las tantas que hacía cuando iba al pueblo. Y como reacción, los dos avechuchos se abalanzaron sobre papá y aterrizando en el suelo empezaron a picotearle los ojos.

Hace dos días quedaba más bien poco de mi papá. En lo alto, en las vigas, han hecho un nido.
Ayer acabaron con todo lo que antes fueran mis papás y mis hermanitos. Mañana iremos a jugar al pueblo.

3 de junio de 2007

Foc negre



















Todo esfuerzo tiene su recompensa y para mí (finalmente) ha sido ésta. Esperemos que no sean los únicos títulos de crédito que haga.

31 de mayo de 2007

Des-contractura

Todo fue muy ruidoso. El estallido fue una sucesión de derrumbes rocosos sobre su áspera piel. Cada movimiento era un estruendo. Ya no había fricción, se había ido. Ya no existía la tensión ni la unión. Sólo quedó el recuerdo, su rígido fluir. Luego, llegaron los gritos, los gemidos, el alivio. Los Andes rugieron ante él, le aportaron la dignidad mermada por la situación. Todo se tornó calma. Las posturas, en ocasiones vejatorias, le recordaron su fragilidad. Sintió, por vez primera sintió, que él al igual que las ramitas puede hacer -clack-, que ya no podría ser más un pilar para los demás si no era capaz de sostenerse. Y entre deducciones banales su cuerpo estallaba en una sinfonía de quebradas notas, zigzagueantes al compás, libres. Expresiones en libertad, consiguió calificarlas. Todo su cuerpo tembló, desnudo tiritó y sudó. Al levantarse supo que ya no se sentía rígido, pero tampoco era capaz de fluir con el resto. Se sintió capaz de seguirlos, superarlos si quisiera, pero se aseguró de escoger el ser un perdedor feliz.

26 de mayo de 2007

Contractura

Los músculos se amontonan presionándose los unos a los otros. La fricción los inflama fundiéndolos en uno. Cualquier movimiento hace que el bombeo se descontrole. El compasado movimiento se torna rígido por instantes y atenuado por el hábito, suave. La parálisis se aúna, y por magia se congela el tiempo, se detienen los movimientos, se bloquean los demás sentidos. Sólo queda la sensación perenne de inmovilidad. El romper la calma para continuar, para no abandonar y sentirse perdedor en su propio cuerpo, se convierte en una orquesta desacompasada y aliviante. Justo retorna, siente el ir de la sangre en sus arterias y venas, enseguida vuelve. Justo para volver a aumentar la presión y sentir como son más los músculos que se unen a la fricción desenfrenada. Justo para recordar que también él puede sentir. Y entre sentimientos se encuentra inmóvil ante el mundo, descompasado en su ritmo, inferior al frenesí de su cuerpo.

23 de mayo de 2007

Caída libre

Libremente caían sobre el esmaltado precipicio. Unos caían de cabeza, otros lo hacían en plancha, y otros tanto gritando. De cualquier modo, caían, eso seguro y el ruido siempre era el mismo, inaudible. Unos sonreían al caer gritando silenciosamente “libreeeeeeeeee” otros a su vez sollozaban “¿qué va a ser de mi…?”. Y simplemente otros salían catapultados con fuerza contra el tocador. Éste era una un armario pequeñito que reflejaba con nitidez la violencia capilar que un joven estaba ejerciendo hacia y para su perezosa dejadez con una máquina de barbero rudimentaria que un día rescató entre los containeres y por la que se peleó con un vagabundo hasta el punto de apartárselo con una patada sobre el vientre para hacerlo retroceder y poner pies en polvorosa. El caso es que le mereció la pena el esfuerzo pues, ésta funcionaba y le ahorraba sangrientos disgustos cuando quedaba con alguna chica y torpemente se hacía el rostro un auténtico cuadro. Él siempre arguyó que era a causa de los nervios y que, como siempre, se dejaba tanto que tan sólo cuando había de quedar con alguien se decidía por impresionar y por ello afeitarse. Pero en esa ocasión era distinto, decidió probar afeitarse lo máximo que la máquina diera de sí. Mientras sus minúsculas porciones salían disparadas se descubría un niño, escudado amagado escoltado y guarecido en su barbuda jungla, la cara que a muy pocas personas, supongo que las que significan algo para él, les regala. De tanto en cuando se alejaba la máquina y se miraba y tocaba y seguidamente se acariciaba, y entre el ruido de la barbera masculló: “me gusta que me beses, por eso quiero que a ti también te guste…”. Se sonrió apagó la máquina con un ruido desastrosamente aparatoso, decididamente se aclaró la cara para salir dejando atrás, al menos por un rato, su mentira cotidiana.

19 de mayo de 2007

12 de mayo de 2007

Para la señorita I*

Microcuento 2

El olor a caramelo, recordaba a algo dulce, como la melaza. Los abuelos guardaban una sonrisa pícara ante Ella. Luego oía un “me la llevo”. Y poco después se reía y contagiaba su risa a los niños mientras se deshacía en sus bocas.

26 de abril de 2007

Textos olvidados IV (no publicados)

Microcuento
Empujó el cuerpo dentro del maletero como pudo, y cerró el capó de un golpe. O eso intentaba olvidar cuando la linterna le cegaba. Al cabo de unos minutos percibió barullo a su alrededor, y lo que le cegaba ahora eran las luces intermitentes naranjas y azules.

17 de abril de 2007

primera persona

La noche me invade como un lobo con sus fauces abiertas. Soy el títere olvidado del titiritero, que de ser su favorito pasé a ser objeto de desprecio, en aquella tenebrosa esquina de la habitación. Temo tanto a la oscuridad que llega un momento en que ésta se vuelve insignificante, y abro los ojos escudriñándola, rogando encontrarme con algo o alguien que desgarre mi soledad. Siento el hueco del viejo árbol vacío por dentro, carcomido y sin entrañas para seguir viviendo, y sin embargo es castigado con permanecer en su lugar hasta que algo o alguien le vulnere su desdicha. Miro por la ventana y sólo veo soledad. La del anciano del edificio de enfrente que a horas intempestivas observa anonadado la televisión. La del mendigo olvidado entre cartones a pie de cajero. La de la muchacha que regresa sola a casa con la inseguridad de una ciudad sobre ella. Como yo en mi habitación, con el torso descubierto y una cama desierta. La luz lunar aclara la estancia, lo justo como para definir formas, y mi imaginación dibuja a alguien en la puerta que me observa pero no se acerca, tan sólo observa. Intento hacer brotar lágrimas, para desahogar me dijeron, pero es inútil tan sólo consigo irritar un poco los ojos, hace demasiado que no lloro… Siento que mi vacío se precipita y en él caigo sin tiempo a reaccionar. Es oscuridad, y quisiera estar dormido para no ver lo que vendrá. El corazón me da una punzada, está enfadado. Ya no quiere colaborar conmigo. Ya no quiere compartir mi camino. Dice que se va, que va a saltar, que prefiere morir a seguir padeciendo soledad. Me ofrece un pacto, él se queda si yo le hago saltar de emoción, de tensión, de nervios, de pasión. Yo le digo que sí, vivir así es una tortura pero tampoco quiero morir, no aún, no sin saber lo que es… Un sudor frío se apodera de mi pecho y empapo la cama que se transforma en un páramo helado en el que empiezo a tiritar sin remedio, sin nadie que furtivamente me hunda en su calor, y tirito, y desesperado acudo a mi memoria a buscar a mis musas y ninfas que una vez rocé y su calor es vano e inhumano. Mi incapacidad de combatir mi pesadilla de hielo me vuelvo un ovillo, me arropo con mis mantas y dejo reposar la cabeza de manera exhausta sobre la almohada. Me quedo mirando absorto la figura de la puerta, y decido hacer frente a la noche hasta que arañe el sol mi ventana y vea realmente quien me observa. Arropado y aún temblando, la vista empieza a hacer fundidos a negro contra mi voluntad y en esos instantes pido, mientras mi cabeza empieza a desorientarse, no pasar más noches en la soledad acompañado de las sombras, y que alguien vele por mis sueños para yo poder después velar por los suyos. Y el sueño decidió que no averiguara aún quien me observaba.

15 de abril de 2007

Textos olvidados III (no publicados)

jazz in a moment

El entorno cálido. El humo del tabaco. Algunos gritos y voces altas. Todo tenía su encanto; se estaba bien. Ni tan siquiera el suelo de piedra nos incomodaba. Mucho menos aún cuando todo fue acallado por una trompeta resguardada por un saxofón. El aire se llenó de partituras; de líneas y notas que surcaban de forma sinuosa por toda la sala. Sólo tenía que dejar de pensar en la música para que ésta te cogiera y te llevara a lugares recónditos del alma. Se pudo calificar de mágico.

A mi lado un gran amigo, a mi otro lado más que una amiga, tanto es así que nunca podría ser más que eso, por mucho que lo desee y por mucho que se quisiera. Y al lado de ella, él. Persona muy maja, futuro proyecto de okupa, de posiblemente familia bien, de cara bonita y de buen corazón. Lo contrario que yo.

Con el tiempo se aprende a rechazar según que tipo de metas. La noche aunque un poco dolida fue muy buena. Bebimos mucho, y fue bueno, se creó una atmósfera como sólo las que el anfitrión sabe montar, humo, cerveza y sinceridad.
En una mesa de cuatro personas (el cuatro es un número que me está empezando a gustar) de las que dos son o pretenden ser humanistas, y a otro de ellos le encanta dialogar, es imposible evitar la filosofía de calle (o de bajo conocimiento filosófico). Tan común se convirtieron la afirmación del ser humano como animal por razonamiento, como al vapuleado comunismo carente del tiempo de praxis que el capital se ha adjudicado. Todos aprovechamos cuando nos encontrábamos solos para preguntarnos por nuestra vida sentimental, menos yo con él, que nunca coincidimos en quedarnos solos. Seguramente le hubiera amenazado con partirle las piernas si se le ocurría hacerla daño, o simplemente me hubiera mantenido callado.

Ya andábamos borrachos cuando nos comimos una caja de croissants.

Nuestra próstata estallaba y dos evacuaron en las inmediaciones urbanas más próximas. Ella no se quería poner detrás de un container, por cosas del pasado. Yo sugerí mi orinal. Dicho y hecho.

Acabamos todos en mi casa, tirados en los sofás, cantando canciones de Marea, Extremoduro, Fito & los fitipaldis entre otros, entrando ya en la más absoluta degeneración. La despedida me supo amarga. Los grandes encuentros suelen tener grandes desencuentros. La gran despedida de mi amigo, el caluroso abrazo de mi amiga, y el sorprendente abrazo de despedida de él, fue el cierre de una noche, de la que ella se encargaría de cerrarlo con un beso al aire.

Lecciones

-Suéltame. Oh, gracias por ayudarme, pero ahora tengo mucha prisa. Por favor, déjame marchar.
-Has venido a contagiarme una enfermedad. Fuera hay muchos microbios y son malos.
-Soy una humana, tal vez ésta sea la primera vez que veas a alguien como yo.
-Ahí fuera acabarás enfermando. Quédate aquí y juega conmigo.
-¿Estás enfermo?
-Estoy aquí porque si salgo fuera enfermaré.
-Quedarte aquí es lo que hará que te pongas enfermo. Verás, alguien a quien quiero mucho está gravemente herido. Así que tengo que irme enseguida. ¡Por favor suéltame el brazo!
-Si te vas me pondré a llorar, y si lloro Baba vendrá y en cuanto te vea aquí te matará. Te romperé el brazo.
-¡Ay, me duele! Por favor, luego vendré a jugar contigo.
-¡No! Yo quiero jugar ahora.

14 de abril de 2007

Textos olvidados II (no publicados)

marionetas

“Sólo al filo de la muerte, en otro carnaval, el hombre había de desvelar el enigma propuesto por el viejo titiritero aquella noche de copas y confidencias en la única taberna del lugar”.

Le arrebata la hoja a
Underwood, la hace una pelota y la tira a la papelera. Canasta.

“El enigma. En la taberna. Aquella noche. Aquel titiritero. Otro carnaval. Las confidencias. Las copas. Y todo en un mismo momento. Incluso la muerte”.

Se levanta y le vuelve arrancar la hoja. Repite la acción, pero esta vez se pone a caminar.

Ochenta vueltas al salón en cuarenta y siete minutos. Ojea su tiempo de pulsera. Las once treinta y ocho. Enciende un cigarro. Profundo. Coge la gabardina. Apaga el candil.

Se topa con sombras inertes. Luego con sombras vivas; putas y camellos. Humos brotan de las rendijas de las calles. Dos cuadras más abajo se introduce en un irlandés.


Se enciende otro cigarro. Una tos neumónica le llama la atención. La sombra se esconde de la luz.
Se acerca. Y con tremenda naturalidad comienzan a platicar. Hablan de la vida, de su filosofía, de todo de lo que con un desconocido se atreve a hablar, por lo que es.

Con las manecillas colindando a un cuarto en el cuadrante positivo, la sombra enfermiza le reveló un secreto, el secreto de la vida disfrazado de enigma. Perplejo, surgieron ahogadas respiraciones. Sus propias palabras le asfixiaron. Su cabeza se encontró con la mesa con un golpe seco.

Me levanté discreto, y salí desapercibidamente, tenía que escribir un relato al respecto. Conocía el enigma y conocía el secreto. Llegué a casa. Prendí el candil. Me senté frente a mi teclado mecánico, y empecé a pensar. Veinte horas y media después fui capaz de empezar.

“Sólo al filo de la muerte, en otro carnaval, el hombre había de desvelar el enigma propuesto por el viejo titiritero aquella noche de copas y confidencias en la única taberna del lugar”.

Antes de dormirme III

azulclarocasigris

La ciudad se tiñe en la transición. Es la hora de las primeras luces y sus misterios. De la penumbra que no es oscuridad y tampoco es luz. Es un tiempo muerto para los corazones con cargas pesadas; es la tregua del día a día. Los edificios se levantan perezosos hacia el cielo intentando subir la persiana que cubre su ventana. Y desde lo alto observan cómo despierta la otra ciudad. El ambiente mortecino, el olor a ozono que se introduce en la memoria, la paz que despierta al sueño se filtra entre las calles y las catedrales. Todo es equilibrio, todo es calma.
Shhh… no rompas la magia.

13 de abril de 2007

Textos olvidados (no publicados)

amores perros

La fricción es cada vez más intensa. La fuerza del deseo provoca fuertes arremetidas. Incesante. Poco nos diferencia del resto del mundo. El calor se hace más persistente. Y de repente; frío.

Mi exhalación eclosiona en un hedor animal indistinguible. Su pelo inspira al olor del amor de calle. De las noches a la intemperie. Mi cuerpo, su cuerpo; apestaban de forma natural. No podía ser de otra manera.

Cuando nuestros morros se encontraban con un mordisco, volvían a mí escenas con otras perras con las que antes estuve. Siempre el mismo sabor, su pelaje cambiaba, pero todas eran iguales, salvo ésta; que era la última.

Ella jadeaba, yo jadeaba. Y no aullaba de placer, sólo ladraba. Igual que yo, y después bufaba; igual que yo. Aún así y a pesar de los ruidos callejeros que nos envolvían en aquel lugar, la unión no cesaba de eclosionar. Hasta que aullé, y luego grité al unísono con un golpe seco.

La luz no te dejaba distinguir muy bien su pelaje, me pareció ver que era pardo. Yo estaba encima de ella. Alguna que otra vez surge un espontáneo que se nos queda mirando un rato y luego se va.
Yo no quería parar, ni ella que yo lo hiciera. Pero un hijo de puta sí, que con mala cara me lanzó una lata de cerveza, lastimándome en la cabeza y haciéndome huir a cuatro patas, mientras él a lo lejos me ladraba.

Yo sólo quería estar con ella, y formar una familia. Como las veces anteriores. Pero al parecer no tengo el visto bueno de sus amos. ¿Qué sabrán ellos del amor?

9 de abril de 2007

lisboa

melodías

Ta tata tararará tatá…

Mientras, cierra los ojos.

El viejo gramófono en un rincón de la salita, escondido por la vergüenza de actuar en público, se esconde. Su timidez no apacigua sus sentimientos de inundar los corazones de la gente con sus melodías. Suaves, dulces, evanescentes. Duras, rígidas, quebradas. Algunas veces rotas, otras, mimosas. Su do de pecho es ya viejo y no puede impedir hacer brotar su carácter añejo, sabio y sencillo. En el aire se puede respirar el olor de otras épocas, de otras ideas, de otros sentimientos. Y evocan a recordar otras edades que otros no han vivido. Huele a madera y la salita con la luz de la media tarde es un centro de paz y armonía, un equilibrio dentro del caos.

Abre los ojos suavemente y los vuelve a cerrar.

A él no le importa no parar de tocar canciones y ritmos. Es más, se siente feliz, se siente útil. Aunque sabe que eso no será para siempre. Ahora es feliz. La luz que discretamente le otorga más protagonismo hace más acogedora la estancia, ya no le da vergüenza, una vez ha empezado no le importa continuar. A veces su tono de voz resulta un poco quebradiza, recuerda su edad pero no es una molestia.

Tumtum tum turururuu…

Vuelve abrir los ojos para clavarlos en el viejo tocadiscos. Éste le devuelve la mirada en forma de melodías, le dibuja castillos en el aire, parques verdes con niños y tirachinas, mujeres exóticas de países que jamás pudo visitar, galaxias donde las estrellas nadan con los océanos y soles jugando al escondite, le enseña los mundos de las hadas en que creía de pequeño y en los animales con plumas de mil colores que morían cada vez que los mirabas y reaparecían cuando volvías a despertar cada mañana. Le regaló sus sueños, por que él sin saberlo le había regalado los suyos.

El anciano le sonrió. Y Berliner también.

La melodía continuó hasta llegar a la última nota. En ese momento el bracito que le chivaba las notas se rompió. Él continuó con los ojos cerrados y las manos reposadas. El silencio sólo se rompió por el cíclico y callado girar del disco.

7 de abril de 2007

Maestitia

En una tierra gélida, donde los témpanos se habían edificado ya sus propios feudos y el blanco colmaba las más altas copas de los árboles, se encuentra en su centro un vasto territorio en el que tan sólo habita la soledad. En ella peregrinan las almas que un día perdieron algo sin razón, huidiza a su entendimiento. Las pisadas de los peregrinos se las lleva el viento del olvido, y su recuerdo mueren con cinceles sobre la piedra del cementerio. Es la parte del mapa que a los niños no se les enseña en su aprendizaje, no por que fuera triste su existencia o temieran la facilidad con que los niños se retan. No se les enseñaba por que no conciben justo que los niños entiendan un concepto tan amargo siendo aún niños. Se trata de la tierra blanca, la tierra sin nombre, así la denominan los críos. Entre los adultos la llaman Maestitia.

Maestitia, es un desierto blanco. Es curioso como algo que se encuentra en lo más profundo de un escarchado país pueda albergar un desierto de arena blanca, que además es cálida. Los estudiosos culpan a esa virtud la razón por la cual sus habitantes migran hacia ella.

Nunca se supo qué sucedía allí y mucho menos qué le ocurría a quien se adentraba en aquel lugar. Hasta que un día, alguien lo hizo y volvió. Lamentablemente, no para contarlo.

Años atrás, cuando se comenzó a hablar del desierto blanco, del desierto de Maestitia. Hubo un joven, Féleon, hijo de un herrero de oficio arraigado en su familia que encontrándose en una de las tabernas del poblado con su carpeta abierta y una mina de carbón sobre un montón de papeles, y cuando se acordaba le daba un sorbo a la cerveza. Que un día, estando en ese mismo lugar y con la cerveza aún fresca, su monotonía fue interrumpida por una muchacha de tez morena y de cabello rizado azabache. Enseguida dilucidó que no era de los alrededores. Le pidió compartir mesa, la taberna estaba en uno de esos días en que sin razón se llenaba, y éste no fue capaz de darle una negativa. Lo que se dijeran se desconoce, pero de ahí nació una relación algo más que amistosa entre los dos.

No fue un secreto para el pueblo sus aventuras, a pesar de que su amor estaba vetado, pues los dos pertenecían a dos tierras diferentes y no se habían presentado formalmente las casas de sus padres. Aún así y consecuentes, furtivos se veían y se fundían. Y así fue durante un tiempo. Pasados los meses una mañana apareció frente a él, y secante le dijo que se acabó, que ya no habrían más fugas ni aventuras en las alcobas. Féleon desconcertado empezó a preguntarla y después a preguntarse. Ella se desvaneció entre las sombras que una vez les cobijaron, y el desconcertado entró en un estado de in animación. La gente no tardó en enterarse, mucho menos tardó en encontrar las razones en otro hombre. Inevitablemente Féleon también se hizo eco de los rumores y se convirtió en un ser primario, deambulaba cumpliendo sus funciones pero sin un ápice de humanidad, sentía el frío más que nunca y sentía el vacío más que la propia nada. Y fue así como un día, algo más abrigado de lo usual partió hacia Maestitia.

La distancia que separa el poblado del desierto blanco, es de unas dos semanas.
En su camino el blanco se hacía más intenso. No hizo paradas para dormir tan sólo para ingerir algo de alimento y proseguir su viaje. Estaba ciego por seguir avanzando, sólo pensaba en avanzar, avanzar y avanzar. Avanzar para terminar cuanto antes con el vacío de su interior, con el dolor que le recorre las venas de su cuerpo. Avanzar para destruir un dolor que sabe que no es físico, y sin embargo le consume el alma. Avanzó sin cesar, y fue consciente de quienes le rodeaban en todo momento, supo de asaltadores, mercenarios, de otros con su mismo destino que sin embargo no entablaban diálogo. Es un peregrinaje solitario.

Supo que había llegado cuando comenzó a despojarse de sus ropas. Y fue cuando se descalzó, que sintió cómo el calor de la blanca arena le invadía el corazón, y suspiró aliviado por unos instantes. Invadido de nuevo por el desconsuelo, se fue introduciendo en el vasto territorio, sabía que no estaba sólo pero no lograba divisar a nadie.

Continuó avanzando en línea recta hasta que se topó con una silueta. Cuando la alcanzó no dio crédito a sus ojos, era ella. Ella la misma que se fundió entre las sombras, ahora resaltaba sobre la luz, expuesta y exhibida ante todo. No dio tiempo a mediar palabra cuando un susurro sutil como el viento le contó la razón. Él la miró, y ella se le abalanzó cargada de vida otra vez. Cayeron sobre la duna y se besaron. Féleon, reanimado, la apartó. Y con mirada de duda y ojos lagrimosos la muchacha observó como él daba media vuelta y recorría el camino andado.

El muchacho logró volver a su pueblo, y a las pocas semanas y a causa de la penetrante luz del desierto se quedó ciego y condenado con la misma imagen blanca por haber marchado de allí. Hoy se lo conoce como el anciano blanco, y mora por los alrededores de Maestitia intentando revelar a los peregrinos afligidos los peligros que corren al caminar por las sendas del desconsuelo, y en un intento ahogado de salvarse a sí mismo.

16 de marzo de 2007

no se pueden perseguir estrellas fugaces
Es como una estrella fugaz. Por un instante cruza el cielo, te deslumbra y te hace olvidar todo cuanto hay a tu alrededor. Cuando en su travesía rasgó tu cielo, te queda la cicatriz en tu retina, no comprenderás por qué se fue ni por qué vino. Con el tiempo comprenderás que hay dos clases de estrellas; las fugaces, efímeras en su paso. Y las invisibles; las que están ahí aunque no reparemos en ellas, siempre están para guiarnos.

Las fugaces te enamorarán por su temeridad e imparable rumbo, y será el capricho de muchos por unos instantes. Por otra parte también son las más intensas y mortíferas. Son un destino con fecha de caducidad.
Habrá quienes vivan de momentos evocados a la muerte y otros, en cambio, se pararán a apreciar aquellas otras luces. Luces ya muertas, las cuales aún brillan en la memoria, y que siempre podremos acudir a ellas. Déjate de luces que se disipan.

9 de marzo de 2007

los restos de un viaje

28 de febrero de 2007

36 horas

20 de febrero de 2007

Amor, aquella mierda que llamamos amor

¿Qué coño es eso del amor? Es la necesidad de follar excusándote. Necesidad de no sentirte solo durante unos instantes, por eso siempre es bien recibido, pero luego te deja vacío. Sólo dura unos instantes, lo que dura copular, lo que hoy en día diríamos FOLLAR.
Luego los que están casados son entes antinaturales. Las teorías científicas demuestran que el “amor” entre animales únicamente dura tres años, pasados éstos el vínculo amoroso se rompe y cada parte busca otras motivaciones.
Ergo tres años no llenan.
¿Cuáles son las necesidades de la fauna urbana?
1. La cría de un buen ganado puede generar una gran exportación de carne en el mercado global.
2. La soledad está bien, vale, pero sin abusar.
3. El mismo rabo del botijo cansa. Un mismo pescado, aunque bien lavado, indigesta.
4. A mi me daban dos, pero siempre pedía un tercero.
5. y tres son multitud, pero siempre bienvenidos.
6. ¿Desde cuando los orgasmos son comprensión? ¿Cómo puedes entender lo que te digo si te estoy tapando la boca para que no chilles?
7. El sexo es como el alcohol, una vez te lo has tomado te olvidas del resto.
8. Si quieres cariño no me lo pidas después.
9. Al caso ni caso. Y si no hay caso por si a caso hazle caso.
10. Como último mandamiento si me exiges te miento.
Amén.

Hablemos de la Inquisición, y de los QUEMADOS. ¿Cuántas veces os habéis encontrado en urgencias con el 3er grado de quemaduras? Suponemos que la gran mayoría (the vast majority) ya son ceniza.
Por ello, y como Nietzsche postulaba: “de noche todos los gatos pardos”. Así no es anormal salir de fiesta y encontrarte a quinientos moscardones revoloteando a tu alrededor pidiéndote fuego, como si de por sí no fueran suficientemente chamuscaos.
¡Aleluya! La PACHAMAMA te da la posibilidad de elegir, te pone en bandeja la supervivencias de las especies. No olvidemos que venimos de las monas, nos alimentamos de bananas. So, seleccionamos laS más nutritivaS, ya sea por su volumen o por su durabilidad alimenticia. Dura y madura.
Volviendo al tema: la Inquisición… ¡Ay, perdón!
LAS INQUISIDORAS. Aquéllas peligrosas amazonas sibaritas, capaces de arrancar tu cabeza por tener tu labia. Aquéllas insatisfechas que cambian de hombre como de bragas. ¿Qué os vamos a contar que no sepáis ya? Bueno si, una cosa, su contorsionismo puede poner en peligro tu alineamiento vertebral, e incluso puede hacerte perder la cabeza, así que QUÉMALAS. Mátalas antes de que te hechicen con una falsa relación estable.
Sino de golpe te verás envuelto o envuelta en una secuencia irrefrenable por egoístas sentimientos de posesión, condenándote a pena de muerte, sexual claro.
Te exigirán cariño, después. Te cansarás de la misma dieta, banana-sushi. Te exigirán ser despertador biológico. Tendrás que argumentar tu búsqueda de comprensión, de cariño, de tu variado paladar, para luego soportar la angustiosa frase: “ Esta noche salgo”, y pensar que todos son igual que tu. Al cabo de unas semanas te dirán que no pueden enamorarse de ti, y que se te cortó el grifo, empieza la fase de ignición.
Si quieres odiarle no le tengas piedad, ¡oh gran Sabina, cuán sabia razón tienes! Cuéntale lo que haces y cómo te lo hacen, de bien.
Conclusión: Estamos reflexionando y pensamos que tenemos que replantearnos el concepto AMOR. No, ustedes no, NOSOTROS. Debemos replantearnos, o no lo conocimos aún, o se nos olvidó la noche siguiente.

Con mucho amor, PIXY y FLISMY.

Qahwah

A ese líquido terroso, con ese aliento rudo que hipnotiza el alma y los sentidos. Gira sobre sí, y luego vuelve en sí, para entrar en mí. Ese guerrero negro que halla aliados en las mañanas y fugas en las medias mañanas y tardes. Aliado de las noches furtivas, estandarte de la lucidez mental. Compañero de fatigas y desvelos. Invasor de los territorios blancos. Estimulante de mi sistema solar. Cada vez que nos besamos soy yo quien forma parte de ti, eres tú quien forma parte de mi. A ti que naces en tierras foráneas y mueres en cuencos olvidados del mundo, a ti te dedico estas líneas, que sin ti ellas no existirían hoy ni tú ahora sin ellas.

Despertares

La luz se fragmenta por los huecos de la persiana proyectándose en el cuerpo de Al. Se sienta desnudo a los pies de la cama, y enciende el radiador a sus pies para templar el cuerpo, es la tercera noche en que no siente nada al despertar, sólo vacío. Entre pensamientos se queda embobado viendo como la luz le quema la piel y se toca para sentir lo que realmente cree ver. Un suspiro da pie a la iniciativa y se dirige al baño, cierra la ventana del patio interior para tener una ahumada intimidad y se ducha. Con dos toallas se seca el pelo y el cuerpo, y se mira en el espejo: esas ojeras ya no se irán. Sale, se viste y coge de la despensa un par de bollos y se marcha. En la calle el invierno ha causado estragos a la naturaleza y los árboles están desnudos contra el frío. Al cruzar la calle una gitane del Este le pide algo para comer, Al le da sus bollos. Sigue su dirección sin pausa, ya forma parte de la energía de la ciudad, de la presión agitada a punto de estallar, de la masa informe voluble y volátil. Tras un recorrido de miradas intimidadoras e instigadoras finalmente pulsa el timbre. Un le abre la puerta. Baja las escaleras, abre la puerta y con tono plano y exento de carácter grita los buenos días. Cuelga su chaqueta y se sienta en su oficina.

Desiertos azules

Convive cada día lejos de su patria entre los sólidos cimientos que le guían como un ratón de laboratorio por las calles de la gran ciudad. Los edificios se atreven con arrogancia a rascar los cielos; sus actos pasan desapercibidos entre los otros tantos que se producen instantáneamente. Desde la ventana de su despacho tiene la gran suerte de ver el mar, aunque sea en cuatricromía e intente venderle un wolkswagen, le recuerda a su tierra. Recuerda las tardes de primavera corriendo hacia la playa fumando sus primeros cigarrillos en clan. Los saltos de verano en las rocas y la espuma blanca del coraje. Del carácter embravecido en los tempestuosos días de invierno. Y como en verano cogía su barquita azul que heredó de su abuelo y se introducía en el desierto azul. Y su mirada surcaba sobre las dunas salobres que se extendían sobre el azulado espejo. Había que procurar no distraerse pues el desierto azul, era un desierto móvil y a la que uno se distraía era suficiente como para desaparecer durante varios días. Allí fue en las tardes en las que se quedaba viendo el atardecer donde aprendió a sobrevivir ante la adversidad siempre que se proponía volver a casa. Ahora tan sólo le queda el recuerdo de su pasado y la imagen que le da los buenos días al levantar la persiana que le recuerda aquellos días de días y mares azules que tiñen sus días y almohadas grises.

Tú y yo

Yo te doy, tú me das. Tú me das, yo te doy. Ay, qué aburrido siempre igual; tú te agachas y yo suspiro, yo me agacho y tú me silbas. Yo te miro y tú me miras, tú me miras y yo no te miro, yo te miro y tú no me miras. Si hablo te callas, si te hablo me cortas, si me hablas te escucho. En el ascensor nos miramos, si no te veo te busco, si no me ves me buscas. Tú me pides lo que no soy y yo sólo quiero lo que tú eres. Algún día seré lo que tu quieres y yo no te querré. Hasta entonces seguiremos siendo esos extraños opuestos que se atraen mutuamente desde las esquinas de la oficina.

2 de febrero de 2007

DQ18 - La niña dragón

Nire era una niña valiente. No temía salir a la calle a pesar de los dragones y demás criaturas que deambulaban y aterraban la zona. Salía para recoger flores de fuego que tanto le gustaban, por que al ingerir sus candentes pétalos al poco rato eructaba fuego y jugaba imitando ser un dragón.

Un día cualquiera, recolectando un pequeño ramo para sus amigas se topó con un dragón negro y majestuoso. Nire se quedó atónita, no sabía si correr o esconderse. Inesperadamente el dragón le guiñó un ojo volteó la cabeza y con una violenta sacudida de aire apagó los candentes pétalos de las flores e hizo sobrevolar a la niña dos metros por encima de las flores y alzó el vuelo. Se incorporó sonriente y se fue corriendo al refugio creyéndose más dragón que nunca. Esa noche jugo a los dragones con sus amigas.

Pasaron los días y en uno de esos días, cuando el sol empezaba a despuntar el cielos con sus primeros haces de luz, un estruendo resonó en la pétrea ciudadela, sobrecogiendo y sobresaltando a sus habitantes en su lecho. Al poco rato; rugido y calor.
Nire abrió los ojos en el momento justo para ver volar frente a su ventana la silueta de un dragón expulsando su flameante aliento con la misma velocidad con la que volaba. Se levantó pensando que soñaba hasta al asomarse a la ventana y se convirtió en pesadilla, a la vez que su rostro se teñía de naranja por las que incineraban su pueblo; habían muchos dragones muertos, muchas más eran todavía los hombres y mujeres que yacían a sus alrededores.

De entre las llamas y los dragones que sobrevolaban raso se distinguía un dragón en la distancia observando, contemplando su obra. A la vez que la muchacha escudriñaba a la figura con intensidad, ésta sintiendo lo mismo también lo hizo haciendo estremecer a Nire. Inmediatamente alzó vuelo y tomó rumbo a la niña.

Según se iba restando la distancia entre ambos, más eran los detalles que se podían distinguir del dragón. Nire, totalmente paralizada tan sólo era capaz de mirar al dragón. Justo a dos metros el uno del otro, la niña abrió ampliamente los ojos y reconoció al dragón de su encuentro, al mismo tiempo el reptil irrumpió en la estancia derrumbando la pared y con sus fauces abiertas ingirió a Nire con un grito ahogado.

Se deslizó por el esófago a penas sin poder respirar por el calor y las secreciones que producía. Al llegar al estómago se mareó al ver miembros humanos, que muy probablemente pertenecieron a amigos suyos. Aún así y a pesar de todo no se derrumbó, sólo pensó que tenía que salir de allí. Fue entonces cuando un mantón de flores de fuego, sobre el cual se abalanzó sobre ellas y empezó a ingerirlas de forma frenética, apenas las masticaba. Cuando húbose ingerido todos los pétalos amontonados se acercó con premura a la boca del estómago. Pensó que como por dentro el dragón no tenía escamas, tampoco soportaría el calor. A los pocos instantes de haberse acercado, eructó.

El dragón retumbó con un sonido que bien pudo haber sido su propio chillido. Al tiempo se pudo escuchar un estallido, y en progresión otros cada vez más fuertes hasta que finalmente alcanzaron a la niña siendo envuelta por una bola de fuego. El estómago no lo resistió y el dragón cayó muerto en llamas y en lluvia de ceniza.

Los pocos supervivientes cuentan que tras la muerte del dragón oscuro los otros dragones se marcharon. La lluvia de ceniza duró una semana. Cuando hubo pasado el temor de otro ataque, a tres días del último iniciaron las tareas de reconstrucción.
Fue un niño quien advirtió al pueblo de su descubrimiento. Todos desconcertados se acercaron al gran dragón negro, ahora ya casi cenizas, y en su interior vieron a una niña boca abajo y como extensión de su cuerpo, en sus espalda, las alas del dragón.

La piel de la niña era gris, y nadie tuvo nunca el valor de tocarla para tomarla el pulso por temor a que su cuerpo fuera de ceniza. Y así se quedó el tiempo que duró la eternidad.

2 de enero de 2007

DQ18 Exclusiva

Office
En la soledad de mi oficina. Enfrentado a mi teclado. Iniciamos un diálogo que se disfraza de monólogo. Por un lado yo: la máquina, por otro el teclado: la emoción. Dos entes distintos, uno dominante y otro sublevado. Desde el rincón en el que habita mi oficina, la oscuridad precede al estallido sonoro de teclas y murmullos. Y desde un punto concreto de la negrura emerge disonante la revolución de las ideas. Entre el tap, tap, TAP de las teclas, se sienten gritos lejanos de los principios olvidados. Y desde el Tártaro hace gala toda una titanomaquia entre titán y titánide. Encarnizada lucha socrática y banal. La semántica mana con tanta fluidez como la contundencia de los significantes. El entorno se desvanece ante la dureza de las teclas y de la irritación de la luz que proyecta la pantalla. El diálogo se torna encarnizado, pues entra en juego la liberación del imaginario. Fantasmas brotan y sobrepasan los rayos catódicos. Pasiones reprimidas eclosionan en el hueco vacío de la estancia. La cólera del engañado amamanta el rencor que crece sangriento sobre la verdad y la justicia inalterable, ciega. La salita se convertirá en un telenoticias personal y transferible que sin pudor muestra las vejaciones del ser. Pero la emoción consciente de su verdadero talante pinta falsas realidades que permiten la tregua intermitente, lo justo para un respiro. Hasta que el TAP TAP TAP violento estalla sobre la armonía esposando al teclado en la mesa, privando la libertad de soñar, volar, brotar y defenderse. La dialéctica se convirtió en sermón. Y en un intento ahogado de última voluntad la emoción morirá para dejar en blanco su espacio. Y la soledad y los heridos y los muertos y los civiles y los desastres de la razón decoran la oficina habiendo derrocado cualquier imagen que pudiera recordar a la dictadura de la emoción.

retazo humano
Un pellejo menos se dice para sí mientras observa inmutable como se arranca la piel. Y tras una ligera mueca de molestia, continúa con la misma actitud. La penitencia se la pone cada uno. Nació siendo honesto, como la mayoría de los hombres y mujeres. Creyó poder aferrarse a sus ideales, que nada podría transformarlos y que nada se los haría quebrantar o saltárselos. Pero en una noche comprendió que era igual de vulgar y mezquino que el resto de la humanidad. Descubrió que no sirve de nada luchar por quien no se quiere ser si cuando se encuentra la oportunidad rompemos con todo por un capricho que dura menos que el lamento de la comprensión del acto. Se arranca la piel para intentar ver quien realmente es. Pero no es su propia piel la que se arranca sino el maquillaje, el disfraz con el que engaña al mundo. Tan convencido de su pecado, de su traición a sí mismo, que continuará desgarrándose la piel hasta que encuentre el consuelo en el dolor. Siguió horas y horas arrancándose la piel a tiras, sollozando y sintiendo el vacío en su interior. Fue en el momento de derramar las primeras lágrimas en un mar de su propia sangre, en el que había destruido su cuerpo, se sintió bien. Pues ya no era él, el traidor, si no ÉL, el verdadero. Y al obtenerlo se condenó a la marginación de la soledad el dolor y el silencio del miedo a volver a traicionarse. Satisfecho de su purificación se vendó como pudo y desapareció. Partió allá donde el temor a la tentación le era inalcanzable. Y murió con el terror a ser encontrado.