28 de febrero de 2007

36 horas

20 de febrero de 2007

Amor, aquella mierda que llamamos amor

¿Qué coño es eso del amor? Es la necesidad de follar excusándote. Necesidad de no sentirte solo durante unos instantes, por eso siempre es bien recibido, pero luego te deja vacío. Sólo dura unos instantes, lo que dura copular, lo que hoy en día diríamos FOLLAR.
Luego los que están casados son entes antinaturales. Las teorías científicas demuestran que el “amor” entre animales únicamente dura tres años, pasados éstos el vínculo amoroso se rompe y cada parte busca otras motivaciones.
Ergo tres años no llenan.
¿Cuáles son las necesidades de la fauna urbana?
1. La cría de un buen ganado puede generar una gran exportación de carne en el mercado global.
2. La soledad está bien, vale, pero sin abusar.
3. El mismo rabo del botijo cansa. Un mismo pescado, aunque bien lavado, indigesta.
4. A mi me daban dos, pero siempre pedía un tercero.
5. y tres son multitud, pero siempre bienvenidos.
6. ¿Desde cuando los orgasmos son comprensión? ¿Cómo puedes entender lo que te digo si te estoy tapando la boca para que no chilles?
7. El sexo es como el alcohol, una vez te lo has tomado te olvidas del resto.
8. Si quieres cariño no me lo pidas después.
9. Al caso ni caso. Y si no hay caso por si a caso hazle caso.
10. Como último mandamiento si me exiges te miento.
Amén.

Hablemos de la Inquisición, y de los QUEMADOS. ¿Cuántas veces os habéis encontrado en urgencias con el 3er grado de quemaduras? Suponemos que la gran mayoría (the vast majority) ya son ceniza.
Por ello, y como Nietzsche postulaba: “de noche todos los gatos pardos”. Así no es anormal salir de fiesta y encontrarte a quinientos moscardones revoloteando a tu alrededor pidiéndote fuego, como si de por sí no fueran suficientemente chamuscaos.
¡Aleluya! La PACHAMAMA te da la posibilidad de elegir, te pone en bandeja la supervivencias de las especies. No olvidemos que venimos de las monas, nos alimentamos de bananas. So, seleccionamos laS más nutritivaS, ya sea por su volumen o por su durabilidad alimenticia. Dura y madura.
Volviendo al tema: la Inquisición… ¡Ay, perdón!
LAS INQUISIDORAS. Aquéllas peligrosas amazonas sibaritas, capaces de arrancar tu cabeza por tener tu labia. Aquéllas insatisfechas que cambian de hombre como de bragas. ¿Qué os vamos a contar que no sepáis ya? Bueno si, una cosa, su contorsionismo puede poner en peligro tu alineamiento vertebral, e incluso puede hacerte perder la cabeza, así que QUÉMALAS. Mátalas antes de que te hechicen con una falsa relación estable.
Sino de golpe te verás envuelto o envuelta en una secuencia irrefrenable por egoístas sentimientos de posesión, condenándote a pena de muerte, sexual claro.
Te exigirán cariño, después. Te cansarás de la misma dieta, banana-sushi. Te exigirán ser despertador biológico. Tendrás que argumentar tu búsqueda de comprensión, de cariño, de tu variado paladar, para luego soportar la angustiosa frase: “ Esta noche salgo”, y pensar que todos son igual que tu. Al cabo de unas semanas te dirán que no pueden enamorarse de ti, y que se te cortó el grifo, empieza la fase de ignición.
Si quieres odiarle no le tengas piedad, ¡oh gran Sabina, cuán sabia razón tienes! Cuéntale lo que haces y cómo te lo hacen, de bien.
Conclusión: Estamos reflexionando y pensamos que tenemos que replantearnos el concepto AMOR. No, ustedes no, NOSOTROS. Debemos replantearnos, o no lo conocimos aún, o se nos olvidó la noche siguiente.

Con mucho amor, PIXY y FLISMY.

Qahwah

A ese líquido terroso, con ese aliento rudo que hipnotiza el alma y los sentidos. Gira sobre sí, y luego vuelve en sí, para entrar en mí. Ese guerrero negro que halla aliados en las mañanas y fugas en las medias mañanas y tardes. Aliado de las noches furtivas, estandarte de la lucidez mental. Compañero de fatigas y desvelos. Invasor de los territorios blancos. Estimulante de mi sistema solar. Cada vez que nos besamos soy yo quien forma parte de ti, eres tú quien forma parte de mi. A ti que naces en tierras foráneas y mueres en cuencos olvidados del mundo, a ti te dedico estas líneas, que sin ti ellas no existirían hoy ni tú ahora sin ellas.

Despertares

La luz se fragmenta por los huecos de la persiana proyectándose en el cuerpo de Al. Se sienta desnudo a los pies de la cama, y enciende el radiador a sus pies para templar el cuerpo, es la tercera noche en que no siente nada al despertar, sólo vacío. Entre pensamientos se queda embobado viendo como la luz le quema la piel y se toca para sentir lo que realmente cree ver. Un suspiro da pie a la iniciativa y se dirige al baño, cierra la ventana del patio interior para tener una ahumada intimidad y se ducha. Con dos toallas se seca el pelo y el cuerpo, y se mira en el espejo: esas ojeras ya no se irán. Sale, se viste y coge de la despensa un par de bollos y se marcha. En la calle el invierno ha causado estragos a la naturaleza y los árboles están desnudos contra el frío. Al cruzar la calle una gitane del Este le pide algo para comer, Al le da sus bollos. Sigue su dirección sin pausa, ya forma parte de la energía de la ciudad, de la presión agitada a punto de estallar, de la masa informe voluble y volátil. Tras un recorrido de miradas intimidadoras e instigadoras finalmente pulsa el timbre. Un le abre la puerta. Baja las escaleras, abre la puerta y con tono plano y exento de carácter grita los buenos días. Cuelga su chaqueta y se sienta en su oficina.

Desiertos azules

Convive cada día lejos de su patria entre los sólidos cimientos que le guían como un ratón de laboratorio por las calles de la gran ciudad. Los edificios se atreven con arrogancia a rascar los cielos; sus actos pasan desapercibidos entre los otros tantos que se producen instantáneamente. Desde la ventana de su despacho tiene la gran suerte de ver el mar, aunque sea en cuatricromía e intente venderle un wolkswagen, le recuerda a su tierra. Recuerda las tardes de primavera corriendo hacia la playa fumando sus primeros cigarrillos en clan. Los saltos de verano en las rocas y la espuma blanca del coraje. Del carácter embravecido en los tempestuosos días de invierno. Y como en verano cogía su barquita azul que heredó de su abuelo y se introducía en el desierto azul. Y su mirada surcaba sobre las dunas salobres que se extendían sobre el azulado espejo. Había que procurar no distraerse pues el desierto azul, era un desierto móvil y a la que uno se distraía era suficiente como para desaparecer durante varios días. Allí fue en las tardes en las que se quedaba viendo el atardecer donde aprendió a sobrevivir ante la adversidad siempre que se proponía volver a casa. Ahora tan sólo le queda el recuerdo de su pasado y la imagen que le da los buenos días al levantar la persiana que le recuerda aquellos días de días y mares azules que tiñen sus días y almohadas grises.

Tú y yo

Yo te doy, tú me das. Tú me das, yo te doy. Ay, qué aburrido siempre igual; tú te agachas y yo suspiro, yo me agacho y tú me silbas. Yo te miro y tú me miras, tú me miras y yo no te miro, yo te miro y tú no me miras. Si hablo te callas, si te hablo me cortas, si me hablas te escucho. En el ascensor nos miramos, si no te veo te busco, si no me ves me buscas. Tú me pides lo que no soy y yo sólo quiero lo que tú eres. Algún día seré lo que tu quieres y yo no te querré. Hasta entonces seguiremos siendo esos extraños opuestos que se atraen mutuamente desde las esquinas de la oficina.

2 de febrero de 2007

DQ18 - La niña dragón

Nire era una niña valiente. No temía salir a la calle a pesar de los dragones y demás criaturas que deambulaban y aterraban la zona. Salía para recoger flores de fuego que tanto le gustaban, por que al ingerir sus candentes pétalos al poco rato eructaba fuego y jugaba imitando ser un dragón.

Un día cualquiera, recolectando un pequeño ramo para sus amigas se topó con un dragón negro y majestuoso. Nire se quedó atónita, no sabía si correr o esconderse. Inesperadamente el dragón le guiñó un ojo volteó la cabeza y con una violenta sacudida de aire apagó los candentes pétalos de las flores e hizo sobrevolar a la niña dos metros por encima de las flores y alzó el vuelo. Se incorporó sonriente y se fue corriendo al refugio creyéndose más dragón que nunca. Esa noche jugo a los dragones con sus amigas.

Pasaron los días y en uno de esos días, cuando el sol empezaba a despuntar el cielos con sus primeros haces de luz, un estruendo resonó en la pétrea ciudadela, sobrecogiendo y sobresaltando a sus habitantes en su lecho. Al poco rato; rugido y calor.
Nire abrió los ojos en el momento justo para ver volar frente a su ventana la silueta de un dragón expulsando su flameante aliento con la misma velocidad con la que volaba. Se levantó pensando que soñaba hasta al asomarse a la ventana y se convirtió en pesadilla, a la vez que su rostro se teñía de naranja por las que incineraban su pueblo; habían muchos dragones muertos, muchas más eran todavía los hombres y mujeres que yacían a sus alrededores.

De entre las llamas y los dragones que sobrevolaban raso se distinguía un dragón en la distancia observando, contemplando su obra. A la vez que la muchacha escudriñaba a la figura con intensidad, ésta sintiendo lo mismo también lo hizo haciendo estremecer a Nire. Inmediatamente alzó vuelo y tomó rumbo a la niña.

Según se iba restando la distancia entre ambos, más eran los detalles que se podían distinguir del dragón. Nire, totalmente paralizada tan sólo era capaz de mirar al dragón. Justo a dos metros el uno del otro, la niña abrió ampliamente los ojos y reconoció al dragón de su encuentro, al mismo tiempo el reptil irrumpió en la estancia derrumbando la pared y con sus fauces abiertas ingirió a Nire con un grito ahogado.

Se deslizó por el esófago a penas sin poder respirar por el calor y las secreciones que producía. Al llegar al estómago se mareó al ver miembros humanos, que muy probablemente pertenecieron a amigos suyos. Aún así y a pesar de todo no se derrumbó, sólo pensó que tenía que salir de allí. Fue entonces cuando un mantón de flores de fuego, sobre el cual se abalanzó sobre ellas y empezó a ingerirlas de forma frenética, apenas las masticaba. Cuando húbose ingerido todos los pétalos amontonados se acercó con premura a la boca del estómago. Pensó que como por dentro el dragón no tenía escamas, tampoco soportaría el calor. A los pocos instantes de haberse acercado, eructó.

El dragón retumbó con un sonido que bien pudo haber sido su propio chillido. Al tiempo se pudo escuchar un estallido, y en progresión otros cada vez más fuertes hasta que finalmente alcanzaron a la niña siendo envuelta por una bola de fuego. El estómago no lo resistió y el dragón cayó muerto en llamas y en lluvia de ceniza.

Los pocos supervivientes cuentan que tras la muerte del dragón oscuro los otros dragones se marcharon. La lluvia de ceniza duró una semana. Cuando hubo pasado el temor de otro ataque, a tres días del último iniciaron las tareas de reconstrucción.
Fue un niño quien advirtió al pueblo de su descubrimiento. Todos desconcertados se acercaron al gran dragón negro, ahora ya casi cenizas, y en su interior vieron a una niña boca abajo y como extensión de su cuerpo, en sus espalda, las alas del dragón.

La piel de la niña era gris, y nadie tuvo nunca el valor de tocarla para tomarla el pulso por temor a que su cuerpo fuera de ceniza. Y así se quedó el tiempo que duró la eternidad.