7 de agosto de 2008

Viaje

El viaje no empieza cuando tus pies tocan el polvo de una nueva tierra, sino antes. El viaje da comienzo en la primera despedida, en el momento en que dices adiós, y te comprometes a irte porque ya lo has dicho, ya has dicho adiós. ¿Qué clase de persona serías si tras decir adiós no te fueras? Entonces comienzas a asumir el destino, que no es otro que lo que uno se ha ido construyendo y por lo tanto, sometido a tu voluntad. Pero ahora tienes una promesa para con los demás y ya no puedes volver. Tomado consciencia, cada partícula de tu yo anterior se va desintegrando en cada abrazo. Eres la piel muerta de tu cuerpo que va saltando catastróficamente al vacío de la nada dando a la luz una nueva piel más fuerte sana y renovada, diferente. Con cada abrazo vas soltando el lastre que te impide volar alto.
Y comprendes entonces que tu viaje interior ya ha empezado.
Das pasos que ya no son los tuyos porque estos ya no están contigo, están recorriendo los parajes que tu mente recrea de forma ficticia de aquel que será tu gran viaje; de visita al monstruo gris que ni por asomo uno se imagina… De vez en cuando uno se pierde en el viaje de su imaginación y al lugar al que va a parar no es otro sino aquel en el que estás ahora. El mayor peligro de perderse no es sino el no perderse donde uno realmente debería hacerlo…
Sea como fuere, mi viaje ya ha empezado y el mínimo trámite de pensar en una Terminal de aeropuerto se hace asqueante porque uno mismo no entiende que ya estoy allí, pero igual de perdido que aquí.