26 de diciembre de 2012

Bien alado 2013

Hombre-Pájaros

El Hombre-Pájaros dice:
Pienso, para pájaro ser
que a veces es bueno volver
mas no les recomiendo la cabeza torcer
hacia la jaula que les fue cruel.

Existe la muy probable posibilidad que no me conozcas, o puede que sí. Puede que seamos parientes o tal vez amigos. Incluso puede que acudiera a ti mendigando un trabajo o que quizá colaboráramos juntos en algún momento del tiempo pasado. Y hasta es posible, ya rizando el rizo, que estudiáramos juntos o nos echáramos una borrachera memorable. Puede que compartiéramos una noche loca o nos lo tomáramos en serio. No descarto que hasta el azar haya intercedido y realmente jamás hayamos tenido contacto con anterioridad. Puede tantas cosas... Que realmente nada de eso importante, ya que sea como sea, simplemente te deseo un buen vuelo sobre el 2013.

3 de diciembre de 2012

Tareas y labores para el 2013

Miro el buzón y... ¡Zas!
Me acababan de llegar los calendarios que diseñé para la buena de Inés. La verdad es que llegaron más rápido de lo que esperaba. Han quedado bastante bien, si le haría un par de ajustes así de perfeccionista, pero aparte de eso muy contento con el resultado.
Están a la venta por si  gustáis de tenerlo.

Las ilustraciones son de Inés Sánchez Nadal, con su buena forma de hacer que tanto me gusta. Los textos de su padre, Vicente Sánchez Villán. Y el diseño de un humilde servidor.

Espero que os guste. El año pasado fue sobre frutas y verduras de temporada, este año va sobre el proceso del buen vino. Si os gusta esta bebida tan de la tierra, creo que también os gustará el calendario.

Ahora unas pocas imágenes de lo que es este calendario.

La portada, la parte del calendario que la gente menos recuerda. Aún así está muy bonita.

Un poco del interior para que os hagáis la idea de lo bonito que es.

Y ahora, un detalle de la parte superior del calendario.


Finalmente la parte trasera, respetando un poco el diseño del año pasado.

Recordad que si os ha gustado se lo podéis comprar a Inés. Es un proyecto auto-financiado y hay mucho trabajo y amor en él. Así que no seáis tacaños y enrollaros un poco. Gracias ^_^

Donde pongo el ójoro pongo la bala

Detective Ójoro
Estoy empezando a pillar el ritmo de trabajo, sigo siendo algo inconstante, pero es que la inconstancia se ha establecido en mi vida desde hace ya, quizás, demasiados meses. Pero en ello voy, por el momento estoy terminando ilustraciones muy pendientes en el tiempo. Cosas que he dejado a medias o a las puertas de ser empezadas, y que me da como cosa dejarlas así.

Ésta en cuestión, pretendo que sea la portada de un libro que forma parte de esas cosas "aparcadas". En estos días quiero terminar las guardas y por lo menos empezar y terminar dos ilustraciones más. Sólo dispongo de unas tres semanas para trabajar en estos asuntos por razones de viaje y otros menesteres.

Ya sobre la ilustración. Os presento a mi bebé, mi creación más preciada, los ójoros. Ya los había presentado antes, pero siempre llega alguien nuevo al blog que no se empana. Están en mis planes de futuro hacer algo con ellos. Estad al tanto en los futuros meses. 
El protagonista, es el Detective Ójoro que se encargará de estudiar a los asesinos i víctimas del libro en cuestión.

Próximamente más.

Viejos tiempos

Buscando o más bien perdido en mi trastero digital, me encontré con estas joyas. Y realmente, viéndolas, pareciera que eran muy buenos tiempos. Aunque nada más allá de la realidad. Si bien, fueron muy divertidos, la verdad es que también estábamos bastante jodidos. Pero sacábamos cualquier excusa para hacer el idiota en la oficina. Lo creáis o no, realmente las fotos se utilizaron como imagen para unos envases obsequio del despacho de arquitectura en el que trabajábamos.

En fin, lo comparto porque es algo que hace tiempo quería publicar, que por A o por B nunca llegaba la ocasión, y además porque me encargué de toda la parte gráfica de las fotos.

Por cierto, eran las antiguas oficinas de Rojkind Arquitectos allá en el 2010, tsssssssss.

De izquierda a derecha:  Alonso (Santo), ¿alguien recuerda el nombre de la chica francesa? (Rey Misterio), Alejandrito (Místico), Octavión (Místico) y un servidor (Blue Demon).

2 de diciembre de 2012

El lugar donde fue a morir el amor

El lugar donde fue a morir el amor
El lugar donde fue a morir el amor.
Soy un recretativo, lo reconozco. Cuando vi el videoclip de Zahara, de su último disco "La pareja tóxica", de alguna forma asombrosa, para mí, creé o mejor dicho recreé una nueva idea o más bien remodelé un concepto existente en algo nuevo. Lo amasé tanto que lo hice mío sin perder el respeto a su autor. Simplemente convertí en algo distinto lo que se encontraba escondido dentro de una bonita voz, una idea y una melodía.

Y tenía que hacerlo, no me lo podía quedar para mí. Podría haberlo dejado pasar. Decir, "oh, qué idea más bonita", y ya. Pero no, soy tan necio, tan egocéntrico y tan arrogante, que tengo que plasmar todo aquello que me gusta. Estoy condenado a morirme de hambre, pero moriré feliz. Así como el personaje del videoclip que os lo dejo a continuación.


Como curiosidad, en la ilustración hay un detalle que quiero intentar aplicar a partir de ahora en mis ilustraciones. En este caso la bandera americana que se representa es la de Jasper Johns. Aún no sé qué viabilidad tenga en un futuro hacer este tipo de incorporaciones. Imagino que con las siguientes piezas que vaya ejecutando se verá si finalmente sale bien o no.

30 de noviembre de 2012

Casete Boy

Cassette Boy

Empezaban los primeros días de primavera. La calle vibraba con esa energía extra que otorga la sobrecarga solar, alentada también por el fin de semana. Las copas de los árboles ya verdes y frondosos se asomaban indiscretos sobre su ventana, la del segundo B. Abiertas ésta de par en par, la habitación se veía inundada por las fragancias del renacer, el calor en forma de cálida brisa y el asfalto reavivando la fragua para la siguiente estación. Y entre tantas esencias, Sara, con su inocencia que sin saberlo pronto sería corrompida, se deslizaba dando a veces erráticos y otras armoniosos movimientos a lo ancho y largo de su recámara al ritmo de un enorme radio-casete con la emisora FM de moda en aquellos días. La mejor selección del Reino Unido.

Tres temas y se detuvo jadeante. Miró el reloj-despertador. La emisora había dejado de reproducir música, ahora se escuchaba a un joven y dicharachero locutor. La calle seguía agitada a mediodía. Sara se había puesto a esculcar por todos los rincones de la habitación. No lo encontraba. El locutor, ajeno a todo, seguía hablando con un rítmico compás de fondo que llenaba de energía todo lo que decía. Algo la empezó a poner muy nerviosa, y de repente ya no buscaba con la paciencia de hacía un momento sino que ahora empezaban a volar cosas, hasta que lo encontró. Su nuevo walkman amarillo. Desató los auriculares de enrollaban el aparato con premura. El joven de la radio comenzaba a hablar cada vez más emocionado, como si estuviera a punto de soltar una gran noticia. Accidentalmente Sara pulsó varios de los botones reproductor y al saberse liberada de la maraña de auriculares, abrió sin pestañear el compartimento y un ruido horrible encogió su corazón mientras veía como la cinta magnética del casete se enganchaba entre los rodamientos. Escandalizada, por la premura de la situación y por la dramática escena del desangrado casete, se abalanzó sobre la cinta y la extrajo con delicadeza. Con pulso de cirujano experimentado extendió toda la cinta magnética sobre la cama e intentó aplanar como bien pudo el delgado y ancho hilo oscuro. La radio comenzaba a sonar la cuña del principal patrocinador, que no hizo otra que agitar aún más a Sara buscando con la mirada en su escritorio. Dio un brinco al encontrarlo. Lo tomó y, como estaca vampírica, ensartó con asombrosa precisión en uno de los engranajes del casete. Y tan pronto se hubo asegurado de que el boli bic estaba bien sujeto, para evitar futuras e inesperadas incidencias, comenzó a hacerlo girar cual matraca. En menos de siete segundos había salvado a su inanimado paciente.

La cuña ya entonaba su cancioncilla de salida. Sara, pegó tres zancadas, introdujo el casete en el gran aparato y...
"Bueno, y para todos aquellos que como yo en su día me grababa los sencillos de mis artistas preferidos, vamos a contar hasta tres".
Sara sonrió.
"Uno, dos, tres"
< Clac >

26 de noviembre de 2012

Un showcase con Xoel López


Tengo la especial habilidad de tener fortuna dentro de mi infortunio, ergo soy un tipo en tablas con la vida. O eso me da por pensar para no deprimirme, para ser realista. Y me siento así porque durante mi estancia en Madrid hace algo más de una semana gocé con la suerte de estar a un mismo tiempo con uno de los que a día de hoy es uno de los músicos a los que admiro. Xoel López. Venía a la capital a tocar en un concierto de promoción, y por fortuna me enteré que actuaba gratis (pequeño repertorio, obviamente) en el fnac. Así que ni corto ni perezoso, me fui a mi segundo encuentro gratuito, y nuevamente fortuito, con Xoel López.

Llegar una hora antes tiene sus ventajas, aunque se quede como un bicho raro llegando solo y sentándome en el mejor sitio disponible.


Últimamente opto por no ir cargado con mil y una cosas; por lo que las fotos, con la cámara del móvil, son un asco pero algo es algo.

Lo que iba a se un solo en acústico, terminó siendo un miniconcierto que sabe a poco pero que te deja satisfecho.

La verdad es que me dio mucho gusto volver a verle en concierto después de dos años. La última vez fue en México. Lo bueno es que en esta ocasión eran otras letras y otros sentimientos entrelazados.
Si me dan la oportunidad de recomendarles un disco actual, escuchen Atlántico de Xoel López.


Y para cerrar, y como fue tan cortito que sólo quise grabar una canción y creo que le atiné escogiendo la canción. El resto se queda conmigo.

8 de noviembre de 2012

Duermes

Duermes. En algún lugar, probablemente muy lejos de aquí, estarás dormida entre los brazos de otro. Seguro que de aquel quien no quise o supe ser. Dormirás, escurriéndote sobre su pecho helado al que calientas ávida de calor con tu frío. Siendo la seda que le cubre y viste en la oscuridad, para la noche. Mecida en su sueño, que seguro es ya el tuyo también, viviendo las aventuras que te merecerías y que no realizas en su mundo real. Duermes. Tranquila, segura de que habrá un mañana, y tus párpados descansan conteniendo la luz del nuevo día. Tu comisura serena tan firme y afable, horizonte de aquel que te guarece de las tinieblas en la que los que te tuvimos, nos condenamos a morar por siempre hasta ser rescatados. Y mientras tú duermes, yo estoy despierto frente a tu sueño, parado ante ti recordando, y casi sabiendo con certeza, que la fría madrugada nunca me devolverá el calor que a mis pies robaste. Duermo.

7 de noviembre de 2012

Martín y fin.

Sin más que decir, y sin tampoco poder decir más, el veranillo pasó, el de San Martín, el que dura tres días y llega a su fin. Como todo buen fin.

7 de septiembre de 2012

Oso blanco, princesa y 29


Como siempre, sublime.
Gracias Inés.

15 de agosto de 2012

La barrera del eco

Aceleró. Torció la muñeca hasta que la empuñadura no dio más. Quería romper la barrera de su pasado. Atropellar al fantasma que le recordaba su humillación. Atravesar a su figura abatida, dejándose de rodillas. Batir a aquel fantasma, regresar al pasado a toda velocidad para evitar ese momento, extirparlo, atropellarse a sí mismo.
Aceleró para batir la barrera del eco de su pasado. Su corazón se aceleró igualmente, al sentir que lo conseguía. Se atravesó a sí mismo, arrodillado, abatido. Y cuando frenó, volteó, y él ya no estaba pero aún seguía ella, de pie, observándolo.
Cabizbajo comprendió que con ella no podía y se marchó cargando una parte de un pasado que no podría extirpar. Tras de sí se quedó el fantasma de su vano intento.

25 de julio de 2012

23 de mayo de 2012

Personas II: José Baldomero Ortega

Era Guatemala en el 2009, aunque también lo siguió siendo antes y en los años venideros.

Emprendía un viaje de regreso. Exhausto de corazón, pese a que mi alma se sentía emocionada por hacer frente a otra aventura.

Hay veces que un regreso contiene tantas historias como todo un viaje en sí mismo. No es por menos que éste no deja de ser otro viaje más en sí.

Que una partida se inicie en una fría mañana al alba, ya es tópico redundante. Contar, quizá, la quietud de las calles, la serenidad de un pueblo pesquero a las orillas de un volcán taciturno, tal vez lo es menos. Me tomaré el lujo de ser tópico si cuento que San Pedro de Atitlán tenía sobre sus calles ese velo de blanquecina y turbia mirada al despertar.
Mis pasos se hacían sordos en las empedradas calles. Mi objetivo entonces era una guagua que me llevaría de forma parcial a mi destino. Pero con lo que no contaba era con tropezarme con otras personas que su destino, por un breve momento, se unía al mío como dos cables de tendido eléctrico que por un momento van uniéndose hasta llegar a besarse y posteriormente a distanciarse hasta sabe quién donde.

Una de esas personas fue José Baldomero Ortega. Ha pasado ya tanto tiempo... Si mi recuerdo no es confuso, nuestros caminos se enlazaron en una guagua que tomé desde Chichicastenango. Me subí y senté solo desde la base de autobuses, no fue hasta pasado un rato que un considerado y casi temeroso hombre me pidió, con esa cálida sinceridad que poseen los más humildes de Latinoamérica, si podía sentarse a mi lado. Este afable hombre era José Baldomero Ortega. Cabe anunciar que en el transporte colectivo ya no cabía ni un alfiler. Por mi parte asentí con una sonrisa y me aparté más de lo que ya estaba en ademán de ofrecerle comodidad a su petición.

Pasó un breve rato en silencio.

He descubierto que hay silencios incómodos y "silencios incómodos". Aquel era un "silencio incómodo" porque José y yo no nos conocíamos, pero estaba claro que teníamos que hablar, porque a José yo le picaba la curiosidad y porque a mí si se me pone un corazón que tenga algo que decir, me encanta escucharlo.

Finalmente, habló, no sé si su silencio era porque estaba reuniendo sus preguntas o si bien buscaba la forma de abordarme. El caso es que me habló y yo le contesté. No sé cómo empezamos a hablar. Aunque ahora creo que eso no era tan relevante.

Yo le conté de mí, de mi necesidad por cruzar una frontera muy lejana a la de mi patria, de mi corazón roto por ti y de los miedos que como hombre ya son fundados.
Y ahora diré que nunca me sentí tan escuchado como por el bueno de José.

José Baldomero Ortega, de cuyo nombre tuve que hacer esfuerzos para no olvidarlo a lo largo de estos años, era una de esas personas que la vida no le había tratado bien. Era devoto practicante evangelista, me contaba. Se sabía las palabras del señor con pasión, tanto que por un momento las sentí suyas. Creo que hasta llegó a intentar convertirme, de haber sabido mi postura al respecto ignoro si el bueno de José se hubiera atrevido a iniciar la conversación. Se había volcado en la religión pues por mucho tiempo «estuvo tentado por el diablo, e influenciado por él».
Su historia me parecía fascinante, y más allá de juzgar su fe, tan sólo podía dejar que intentara convertirme. José era hombre de bienes limitados, era pobre. Ese hombre tostado por el sol, chaparro, de sonrisa sencilla, con acento guatemalteco, un hijo universitario agnóstico y una mujer muy probablemente igual de humilde que él, era pobre y sin embargo no lo veía así. Quizá sus atavíos le daban credibilidad a sus palabras.

Hablamos mucho más, mi viaje era largo y al parecer el suyo también.

Me contaba del café y las plantaciones, del clima, de su ruta, de la mía, y sobretodo de Dios. Presente en casi cada una de las oraciones simples que cerraban sus exposiciones.

José se bajaría algo antes que yo de la guagua, pero antes intercambiamos algunas palabras de cortesía que eran verdad y me regaló algunas indicaciones para el proseguir de mi viaje.

El colectivo se detuvo en mitad de la carretera, José se puso en pie. Me miró ofreciéndome su mano, que estreché con gusto, y se despidió sonriente cargando su fardo y poniéndose el sombrero.
Me quedé observándolo desde mi lado de la ventanilla desde la que estaba. Sólo volteé una vez mi mirada mientras que el camión avanzaba, viendo como se quedaba en mi pasado José Baldomero Ortega con su fardo a sus hombros y el sombrero cubriéndole su mirada. Me senté pensando en las indicaciones de José y me dejé llevar.

22 de mayo de 2012

Era el que era

Era el mayor traidor. Un maldito entre benditos. Un racional emotivo entre emotivos racionales. Un vendido a la causa más noble. Una víctima de la pasión y la razón.

Era todo aquello que los demás querían ser. Sólo le faltaba una pizca de ignorancia y despreocupación. Y tan sólo por eso mismo, su propia libertad era también su maldición.

21 de mayo de 2012

No recuerdo Chile

Hace un tiempo estuve en Chile. Aunque ya no lo recuerdo. Ya no puedo recordar su pacífico mar rompiendo en las orillas de Valparaíso, ni su geografía curvilínea, ni de sus ascensos y descensos.
Hace mucho estuve en Chile, y éste por un instante, estuvo en mí. Con delirante vagueza recuerdo sus tíbias aguas, su cargada atmósfera en época de la vendímia.

Ya apenas recuerdo el color de la tierra que un día tuve entre mis manos.

Una vez estuve en Chile, y sin embargo hoy soy incapaz de recordar el matiz de ese cielo que durante un tiempo, veló por mí; con atención en el día y permisividad en la noche.

Es normal que ya no recuerde Chile si cuando jugué en las faldas de sus cerros yo no era más que un niño creyéndose hombre.

Y ahora me duele reconocer que me acuerdo de Chile, pero ya no te recuerdo.

3 de mayo de 2012

DJ Lee

DJ Lee

¿Saben de esas telarañas que cuando intentas quitarlas de en medio se convierten en una maraña y se adhieren de tal forma que no hay manera de deshacerse ellas por un rato?
Si las respuesta es que sí, comprenderás el origen de la ilustración.

Era una boceto para un cartel de mi antiguo trabajo, pero la falta de confianza en mí les echó para atrás la idea y no se realizó finalmente. Pero se quedó atrapada en mi mente. Tal vez fue porque mi ego tenía que demostrarse que todos se equivocaban. Quizás porque realmente creo (ya después de terminada) que merece la pena haberla llevado a puerto.

Sea como sea, lo hice. Y la satisfacción de saber que soy capaz de sacar de la cabeza las ideas que se me ocurren me reconforta.

A la imagen le anexaría ahora mismo un chiste cliché, luego me lo podéis reprochar:
"Be DJ my friend". 

1 de mayo de 2012

Balena

Balena
Como a todas las ilustraciones, a ésta, le corresponde un cuento. Pero en este caso me reservo el derecho a publicarlo porque ha salido algo bueno y estoy viendo si puedo armar un proyecto con él. Si no sale en breve, lo publico.
Por el momento, Balena sin cuento.

22 de marzo de 2012

Un canto de armonía

Un canto de armonía

A veces uno se asombra al mirar atrás y al mirar enfrente. Y se asombra más aún cuando la mirada tarda en llegar de un punto al otro. Han pasado muchos años desde que trabajo con Liefde AC, la asociación que lucha por los derechos de la mujer en México y cuando pueden por América Latina. Siempre o casi siempre ha sido un trabajo altruista, saben pagar de otras formas que a veces cae mejor que el dinero. Por mi parte me dan la oportunidad de hacer lo que yo quiera (siempre hablando y corrigiendo, y un proceso, claro está). Y vaya que si se agradece esa libertad.

Esta ilustración será la portada de un libro de décimas jarochas (poesía veracruzana) cantadas a la mujer. La idea era/es alejarnos de juzgar y nos centramos en presentar la idea: que finalmente la mujer se termine de transformar en la sociedad, y lo hacemos con lo que tenemos y podemos, a través de las y los decimistas que colaboran en libro. Buscamos la metamorfosis, terminar lo que se lleva ya mucho tiempo se inició.

Luego evidentemente hay alusiones cromáticas a la feminidad, glifos mayas, instrumentos evocadores, etc.

Seguramente pronto volveré a la carga con Liefde (todo dirigido por la comadre y la no-me-gusta-que-me-llames-jefa, Lilia).

Espero que os guste la ilustración. Aunque no está pensada para gustar, sino para hacer pensar.

28 de febrero de 2012

Gloria cenicienta

Muchedumbre hueca a mi alrededor. Miradas inertes. El gris impera en sus ojos, en su piel, en su ropa, en sus palabras. Comisuras rígidas con ligeras grietas de inútiles intentos de sonrisa. Son un manto ceniciento sobre la ciudad, que la adormece al inhalarlos. Asfixia. Todo se contamina por osmosis. Estamos condenados. La ciudad es ya tan fría como los corazones inertes que lo habitan. Corazones cuyos latidos sólo impulsan las putrefactas cenizas de la vida que hace tiempo atrás fueron.

20 de febrero de 2012

Nacer

Los movimientos antinaturales. Las manos represoras. El frío.
Apretaba los puños con toda la ira con la que un ser de semejante tamaño e indefenso podía hacerlo. La cuerda, su seguro, no estaba funcionando y su destierro era inminente e irreversible. Al sentir su pie. El hecho de sentirlo, le estremeció. Fue por ello que sacando fuerzas de flaqueza, intentó en balde resistir ante aquel enemigo imbatible. Las manos que lo amarraban, le dañaban. Sufría por primera vez, le hacían daño. Y agarrándose desesperado a cualquier cosa que hubiera a su alrededor, se resistía. Sin embargo, no había nada que hacer. Sus extremidades empezaban a destemplarse. El pánico le tenía invadido, estaba a punto de verse desterrado de su hogar.

Finalmente, exhausto, cedió, se dio por vencido. Abrigado por el inhóspito frío, empezó a notar como le ardían los pulmones. Los ojos se le resecaban rápidamente y por ello se vio obligado a cerrarlos dejándole ciego. Agitando inútilmente contra el viento sus puños para defenderse de su agresor. No articulaba ningún ruido ni palabra. No sabía dónde se encontraba ni mucho menos cómo reaccionar.

De repente, siendo consciente de golpe, estalló en llanto. Sintió el dolor. Sintió el frío. Sintió que sentía. Y fue entonces que se dio cuenta de que acaba de nacer. No podía hacer otra cosa más que llorar, llorar y llorar. Su llanto desgarrado nadie lo podía calmar por más que lo intentaran.
Sabía que tarde o temprano iba a morir inevitablemente.

4 de febrero de 2012

Leonora o la cebolla que no llora

Leonora o la cebolla que no llora

A Leonora le gustaba jugar al escondite en el bosque, siempre a finales de otoño, mientras las agonizantes hojas de los árboles caían a tiempos desincronizados, inertes. Disfrutaba perdiéndose entre los sonidos de sus pisadas a la vez que éstas se confundían con el de su falda, al tiempo en que se adentraba con tenacidad en la caduca espesura. Por lo general ya tenía elegidos aquellos escondites que le satisfacían más, no obstante aquel día quería probar con algo, nuevo, que se traía en mente. Se había cansado de encaramarse a las ramas de los árboles, de acurrucarse junto a las piedras o dentro de los troncos huecos y vencidos invadidos por el musgo. Por ello, se adentró más de lo usual en el bosque, lo suficiente para tener el tiempo justo de prepararse y esconderse.
Dejó de crujir y miró a su alrededor, luego al horizonte para confirmar que no estaba cerca de ningún linde del bosque. Se sonrió. Se agachó. Acto seguido las hojas comenzaron a volar y con sus manos empezó a escarbar un ancho agujero; ensuciándose.
El sol iniciaba su descenso. Una voz que le pareció lejana, la alertó. Rápidamente y sin pensarlo demasiado comenzó a esconderse. Sonreía con picardía. Poco a poco fueron sonándose numerosas pisadas que se confundían con sus faldas. Se alejaron llevándose consigo el nombre de... Leonora se sentía orgullosa de su ingenio, y no podía borrar una abierta sonrisa de su cara.

La tarde sucumbía y los truenos se hacían notar en la tierra.
A las cebollas no les gusta el agua. Es por ello que siempre que se avecinan nubes de tormenta salen corriendo como almas que las lleva el diablo en busca de un lugar donde guarecerse y si se alcanzan a mojar emiten un chillido mientras que con la pena que conlleva se ponen a llorar.

Leonora ya había perdido la esperanza de verse descubierta, y con cierto desencanto, como aquel del criminal que busca en el fondo ser encontrado por su perseguidor, empezaba a prepararse para salir de su gran escondite.
Fue justo en ese momento, y no antes ni después que un chillido polifónico cruzó entre los árboles llegando hasta ella. Entonces se alarmó. Se apresuró para salir de su escondite. Pero fue en balde. El chillido la había alcanzado. Le cayó tanta agua encima que la tierra se humedeció y le resultó fácil salir, sin embargo no lloraba. En ese mismo instante un golpe fuerte la sacó de su perfecto escondite y la hizo rodar por el suelo. Al enderzarse, otro baño le caía encima, alzó su mirada y se quedó pálida.
Veía a sus hermanas empapadas, amontonadas dentro de una red, llorando sobre ella. La enorme pierna del gigante al pasar por su lado hizo que su falda se levantara mostrando todas las vergüenzas traslúcidas, a lo que ella reaccionó dando sus mejores esfuerzos para evitarlo. Cuando se hubo calmado el vendaval ya llovía, como nunca antes, y Leonora no fue capaz ni de correr ni de llorar tan siquiera una sola lágrima. Sólo se quedó ahí, pasmada, viéndolas alejarse, guardándose para sí otro tipo de lágrimas.

Así fue como Leonora se convirtió en la primera de las muchas cebollas que ya no llorarían, pero que sin embargo, sí compartirían su llanto con cualquiera que les volviera a infligir cualquier daño.

12 de enero de 2012

Dunas

El sol calcinaba sus oscuros cabellos, mientras el viento, le disparaba con malicia diminutas rocas grisáceas. Inútilmente alzaba su mano para proteger su mirada ya la vez que levantaba la vista para descubrir decenas de montañas andantes que lo arrastraban a su paso. Sus pies eran devorados por las arenas, cocidos a cada paso. Las gaviotas, como buitres, sobrevolaban su cabeza deseando pescar su pescuezo. Las gotas de sudor se deslizaban, como rápidos por la orografía de su rostro, precipitándolas a la inevitable evaporación. El oxidado jadeo sólo era acompasado por un silbido arenoso y su crujiente masticar de arena. La ropa comenzaba a adherírsele a la piel, por lo que en un ademán, ya harto, se empezó a desprender de su ropaje. La camisa cayó pesada. Las botas, desnudando sus pies, cayeron pesadas cada una de forma diferente liberando a su arena custodia. Las montañas, ahora descalzado, eran de inestable fuego sólido. Siguiendo con sus torpes pisadas continuó arrancándose la piel, la que le era posible. Sólo sus pantalones se convirtieron en la evidencia más duradera de su rastro. Por último, su ropa interior se desprendió de su cuerpo con pesadez. Su piel comenzaba a convertirse, gracias al sudor, en arena. Su cabello oscuro, ahora ya rígido y blanquecino, junto con toda su piel, no era más ya que una mancha borrosa que se se desplazaba con ineptitud e incoherencia entre los gigantes de arena que lo tenían doblegado a su voluntad.
Finalmente logró escalar y alcanzar la cresta de una de las montañas, se enderezó con sus tributos al aire y apretando los puños. Clavando su mirada sobre las mastodónticas criaturas, y más allá, el mar. Sus ojos marrones, contorneados por arenosas grietas, se abrieron tanto que las derrumbaron. El corazón comenzó a bombear con tanta pasión que granos de arena salían despedidos de su pecho. Con una risa asfixiada se lanzó cresta abajo hacia ese mar vislumbrado. A grandes zancadas comenzó a descender, dejando tras de sí erráticas huellas, con el afán de avanzar aún a mayor velocidad empezó a dar zancadas más amplias. Estelas microscópicas de arena que alguna vez fueron cósmicas quedaban por momentos en suspensión, concediéndolas un estado de ingravidez momentáneo. El poético descenso se vio truncado por el cansancio. Trastabilló. Trastabilló cayendo de frente. Acelerado, no hubo forma de parar. Rodó, saltó, cayó, voló, botó, rebotó y tras repetir la serie varias veces más, se estampó contra una arenosa planicie. Magullado y aturdido, con la visión dañada por la arena y tosiendo, en parte por la misma razón, se encontraba sometido ante los gigantes.
Alzó la mirada, enturbiada, y con intuición de su tacto definió unos pies desconocidos ante él. Arrodillado, y apoyándose con las manos, sintió como lo sujetaban del pelo con firmeza y lo elevaban. Con sus manos palpó las piernas de su espectador, eran de arena. Lo miró.
Exhausto se desvanecieron las fuerzas y empezó a caer con lentitud. Cayó pesado, y al tocar el suelo, se empezó a resquebrajar todo su cuerpo, hasta que se deshizo y se unió a la arena, formando ya parte de ella. Sintiéndose uno.

10 de enero de 2012

Instantáneas de Diciembre


Se me resistió el subirla :s