26 de febrero de 2018

Despierta

Siempre es en la madrugada cuando se le despertaba el corazón. En mitad de la oscuridad, solo, su corazón lo gritaba a pálpitos. Y despertaba sin tener a quien abrazarse para amortiguar sus latidos. La cama, donde tiempo atrás se hubiera encontrado plena, ahora era un desierto de sal gris, inerte, infértil, desolado. La espesa noche borraba cualquier forma o frontera y se abrían en ella las puertas de los miedos, las inseguridades y, sobretodo, la de la verdad que era inalterable. Y así como perverso moho se sumían en sus sueños hasta que lo arrancaban de él de las formas más disgustantes y perturbadoras. Retornándolo a la vigilia con el pecho tronando en el cielo de su estancia y su sentimiento de desamparo confirmado, por una cama semideshecha y fría.

Sus demonios eran muchos y su salvación sólo una. Como su soledad, que ya sólo le pertenecía a una sola persona.

Esas madrugadas estaban marcadas por insomnes pensamientos representados sobre su lienzo en negro de interminable extensión. La película de su vida se proyectaba una y otra vez con infinidad de variaciones, en ella, los posibles que pudieron ser pero no fueron, para concluir con los que terminaron siendo.

Y así, hasta que llegaron las sombras del alba, cuando la oscuridad se va durmiendo tibia y lentamente dándole por fin la tregua que tanto anhela. Y él se duerme, justo cuando la realidad despierta. Sólo así puede sobrellevar el peso de una verdad que no se quiere ir a dormir y que tampoco se quiere despertar.

20 de febrero de 2018

La oscuridad de mí

En algunas noches renace en mí el ser latente, el aletargado. El que hace muchos años fue. El que se fue o que fingió irse para sobrevivir. Es entonces ahora que despierta y desvela mi descanso. Agita mis pensamientos intentando provocar una frenética insurrección sobre mi mundo. Desatar toda su ira por tantos años condenado a custodiar mi oscuridad. Y casi siempre, lo logra. Desgarra mi realidad con violentos argumentos y deseos, con pensamientos reprimidos, dormidos y descartados. Desmembrando con detenimiento y perversión los pilares de mi realidad, labrada con tanto esfuerzo. Se vuelven ceniza en cuestión de minutos... Retuerce lo que soy hasta que consigue extraer mi esencia, lo que realmente soy: ese ser viscoso y negro, putrefacto y ponzoñoso. Retándome a romper el envase que lo contiene. Y casi siempre, casi me convence. Y cuando ya estoy a punto de hacerlo, soy incapaz. Por muy lógica que suene su voz, por mucho que sus sugerencias me seduzcan, en el fondo sé que tanto estando en mis sombras como estando a la luz, con él a mi lado siempre habrá una oscura soledad. Y es ahí cuando suspiro y cierro los ojos, sabiendo que una noche más vencí al terrible. Aunque también sé que algún día puede que no lo logre y la oscuridad vuelva a apoderarse de mi.