21 de abril de 2008

Le frik d'Avignon


La calle Avignon se encontraba colmada de bullicio; de entre todos los lugares, países y rincones que la formaban sólo uno mantenía la asepsis frente a todo. Quienes pasaban frente al lugar, donde estaba ELLA, la mayoría de la gente acallaba sus voces y avanzaba en silencio.
Era un portal triste, rozando la melancolía de un tiempo ya abandonado por el mundo. Y aunque al observarlo te inundaba de hermosura, tristeza era la suma de sensaciones. A menudo se distinguía una forma alta y lánguida a través del escamoso cristal amarillento, que formaba parte del perenne portal de madera y pintura escamotada.
Carmela era su inquilina. Una mujer que tiempos atrás fue una esbelta modelo y posteriormente una modista de cierto éxito hasta que los vicios y el reconocimiento la llevaron al estrellato más patético. Fue mártir de su adicción a la cocaína y asesina de sus sinapsis con el mundo. Habiendo perdido su percepción de lo veraz, comenzó a vivir según su realidad.
Se la comenzó a ver noctambulando de bar en bar, recolectando imaginaria aguamiel. Siempre con sus discretos pechos descubiertos y sus costillas ciñendo cintura. Poco a poco y tras un intento de violación, la gente del barrio la empezó a estimar y la bautizaron dulcemente con un cruel mote. Desde entonces siempre se la puede encontrar coqueteando con las barras de los bares, con imaginarios amantes y galanes.
Y cuando el sol comienza a ganar la batalla a la oscuridad, siempre se la puede distinguir la quebrada forma tras el cristal, esperando a que la noche se deje caer sobre la calle. Y cuando al salir, oír decir a todo el mundo exclamando por lo bajo: “Mira, la frik d’Avignon”.

Ilustración de Francina.
Texto de un servidor.

12 de abril de 2008

Traslúcido

Felinidades

Se armó de valor. La miraba de forma que parecía que con sólo respirar se la merendaría. Pero se armó de valor. Introdujo la mano en su boca hasta dar con ella.
Ronroneando le lamió la cara.