30 de noviembre de 2012

Casete Boy

Cassette Boy

Empezaban los primeros días de primavera. La calle vibraba con esa energía extra que otorga la sobrecarga solar, alentada también por el fin de semana. Las copas de los árboles ya verdes y frondosos se asomaban indiscretos sobre su ventana, la del segundo B. Abiertas ésta de par en par, la habitación se veía inundada por las fragancias del renacer, el calor en forma de cálida brisa y el asfalto reavivando la fragua para la siguiente estación. Y entre tantas esencias, Sara, con su inocencia que sin saberlo pronto sería corrompida, se deslizaba dando a veces erráticos y otras armoniosos movimientos a lo ancho y largo de su recámara al ritmo de un enorme radio-casete con la emisora FM de moda en aquellos días. La mejor selección del Reino Unido.

Tres temas y se detuvo jadeante. Miró el reloj-despertador. La emisora había dejado de reproducir música, ahora se escuchaba a un joven y dicharachero locutor. La calle seguía agitada a mediodía. Sara se había puesto a esculcar por todos los rincones de la habitación. No lo encontraba. El locutor, ajeno a todo, seguía hablando con un rítmico compás de fondo que llenaba de energía todo lo que decía. Algo la empezó a poner muy nerviosa, y de repente ya no buscaba con la paciencia de hacía un momento sino que ahora empezaban a volar cosas, hasta que lo encontró. Su nuevo walkman amarillo. Desató los auriculares de enrollaban el aparato con premura. El joven de la radio comenzaba a hablar cada vez más emocionado, como si estuviera a punto de soltar una gran noticia. Accidentalmente Sara pulsó varios de los botones reproductor y al saberse liberada de la maraña de auriculares, abrió sin pestañear el compartimento y un ruido horrible encogió su corazón mientras veía como la cinta magnética del casete se enganchaba entre los rodamientos. Escandalizada, por la premura de la situación y por la dramática escena del desangrado casete, se abalanzó sobre la cinta y la extrajo con delicadeza. Con pulso de cirujano experimentado extendió toda la cinta magnética sobre la cama e intentó aplanar como bien pudo el delgado y ancho hilo oscuro. La radio comenzaba a sonar la cuña del principal patrocinador, que no hizo otra que agitar aún más a Sara buscando con la mirada en su escritorio. Dio un brinco al encontrarlo. Lo tomó y, como estaca vampírica, ensartó con asombrosa precisión en uno de los engranajes del casete. Y tan pronto se hubo asegurado de que el boli bic estaba bien sujeto, para evitar futuras e inesperadas incidencias, comenzó a hacerlo girar cual matraca. En menos de siete segundos había salvado a su inanimado paciente.

La cuña ya entonaba su cancioncilla de salida. Sara, pegó tres zancadas, introdujo el casete en el gran aparato y...
"Bueno, y para todos aquellos que como yo en su día me grababa los sencillos de mis artistas preferidos, vamos a contar hasta tres".
Sara sonrió.
"Uno, dos, tres"
< Clac >

26 de noviembre de 2012

Un showcase con Xoel López


Tengo la especial habilidad de tener fortuna dentro de mi infortunio, ergo soy un tipo en tablas con la vida. O eso me da por pensar para no deprimirme, para ser realista. Y me siento así porque durante mi estancia en Madrid hace algo más de una semana gocé con la suerte de estar a un mismo tiempo con uno de los que a día de hoy es uno de los músicos a los que admiro. Xoel López. Venía a la capital a tocar en un concierto de promoción, y por fortuna me enteré que actuaba gratis (pequeño repertorio, obviamente) en el fnac. Así que ni corto ni perezoso, me fui a mi segundo encuentro gratuito, y nuevamente fortuito, con Xoel López.

Llegar una hora antes tiene sus ventajas, aunque se quede como un bicho raro llegando solo y sentándome en el mejor sitio disponible.


Últimamente opto por no ir cargado con mil y una cosas; por lo que las fotos, con la cámara del móvil, son un asco pero algo es algo.

Lo que iba a se un solo en acústico, terminó siendo un miniconcierto que sabe a poco pero que te deja satisfecho.

La verdad es que me dio mucho gusto volver a verle en concierto después de dos años. La última vez fue en México. Lo bueno es que en esta ocasión eran otras letras y otros sentimientos entrelazados.
Si me dan la oportunidad de recomendarles un disco actual, escuchen Atlántico de Xoel López.


Y para cerrar, y como fue tan cortito que sólo quise grabar una canción y creo que le atiné escogiendo la canción. El resto se queda conmigo.

8 de noviembre de 2012

Duermes

Duermes. En algún lugar, probablemente muy lejos de aquí, estarás dormida entre los brazos de otro. Seguro que de aquel quien no quise o supe ser. Dormirás, escurriéndote sobre su pecho helado al que calientas ávida de calor con tu frío. Siendo la seda que le cubre y viste en la oscuridad, para la noche. Mecida en su sueño, que seguro es ya el tuyo también, viviendo las aventuras que te merecerías y que no realizas en su mundo real. Duermes. Tranquila, segura de que habrá un mañana, y tus párpados descansan conteniendo la luz del nuevo día. Tu comisura serena tan firme y afable, horizonte de aquel que te guarece de las tinieblas en la que los que te tuvimos, nos condenamos a morar por siempre hasta ser rescatados. Y mientras tú duermes, yo estoy despierto frente a tu sueño, parado ante ti recordando, y casi sabiendo con certeza, que la fría madrugada nunca me devolverá el calor que a mis pies robaste. Duermo.

7 de noviembre de 2012

Martín y fin.

Sin más que decir, y sin tampoco poder decir más, el veranillo pasó, el de San Martín, el que dura tres días y llega a su fin. Como todo buen fin.