Voy a fingir
Voy a fingir que no me has olvidado. Voy a escribirte como si en verdad aún te importaran estas palabras que siempre son ignoradas por todos. Voy a engañarme pensando e imaginando que te morderás ese labio inferior al recordar cuando creaba un cosmos sólo para ti, sólo para verte sonreír.
Tengo que fingir y creérmelo porque hay demasiadas cosas que no me las creo y son tan reales que hieren.
Me quito el yelmo para que puedas ver mi rostro cansado. Cansado de noches sin futuro. De amaneceres sin pasado. De calavéricas cavernas, donde mis ojos antes grandes se aprecian diminutos y atónitos ante un presente discontinuo. De los surcos que mis lágrimas han erosionado en la soledad amiga, en la oscuridad de la noche, durante todos estos inviernos fríos.
Me desarmo. He soltado mi escudo y mi espada, que es mi vida. Y no es mi rendición lo que ofrezco. Son mis brazos cansados de luchar batallas sin corazón. Sin miedo. Sin sentido. Cansados de recibir heridas en gestas perdidas sin nobles causas. Exhaustos de sostener cuerpos rendidos en finales sin sonrisas ni caricias.
Desmonto la coraza que cubre mi pecho escuálido y pálido. Desnutrido e indefinido. Enseñándote la heridas que coronan mi corazón. Ilustrándote los charcos y lagunas de sangre derramada de otras tantas batallas que se consumen bajo mi piel pudriéndome lenta y fétidamente. Las firmas escarificadas, invisibles a primera vista, de los aliados que me traicionaron y de las causas en las que con pasión creí.
Y me perdonarás si no desabrocho la armadura que cubren mis piernas. Pero me temo que si lo hiciera, no sabría obtener las fuerzas necesarias para permanecer en pie y seguir aquí. Frente a ti. Desnudo de torso para arriba. Descubriéndome. Pero sobretodo, para poder resistir el golpe de verdad que sé que es, y el cual lo quiero recibir de esta manera. Deseando, en parte, encontrarme con la suerte que me lleve por delante, poniendo de una vez fin a toda esta desazón a la que me condené. Y de la que hace ya demasiado soy preso.
Con esto fingiré, creyendo que te hice llorar, que aún queda algo. Y que por una última vez, sentimos lo mismo a un mismo tiempo. Siendo, de tener que ser así, un hermoso final.