Mi miedo no era aquel más que el perderte. Amarte, y que después te desvanecieras de mi vida cobijada con un manto de silencios y vacío.
Tu miedo no era igual que el mío. Aún lo ignoro, tu silencio me llenó de vacío, vaciándome de ti.
Mi miedo era no saber estar a la altura para ti. Ser un fracaso más que te hundiera aún más hondo en el pozo del que creía haberte rescatado.
Tu miedo era, y sólo puedo imaginarlo, que te lastimara no siendo el hombre que crees merecerte.
Mi miedo era saber que no se pueden poseer a las personas. El no saber si me dejarías formar parte de tu futuro.
Tu miedo, ignorando la verdad, que mi vida se aferrara a la tuya como una enredadera tomando un nuevo rumbo incierto, imprevisible, desconocido.
Mi miedo era no poder ser el hombre que me gustaría ser para la pareja que quería que me acompañara por el paseo de este plano existencial.
Tu miedo, especulo, era sentir este amor con tanta viveza y pasión hacia mí con la remota posibilidad en mente que yo no estuviera a la misma altura o nivel en el que tú estabas.
Mis miedos eran los celos de mi amor hacia ti. Tus miedos eran, buscando justificarte, que mi amor no fuera suficiente para sanar las heridas de tus anteriores guerras en las que yo no pude cubrirte y proteger tu espalda de la traición.
Mi miedo ahora es el amor hacia ti, hacia el mundo.
Tu miedo ahora ya lo ignoro, porque ahora ya nada sé de ti, pero no te quede duda que ahí estaré si decides pedir ayuda a alguien que no te dará la espalda, para cubrirla, sea cual sea la batalla en la que estés.