Amar del verbo aventura
En todo este tiempo, que no había sido poco, había vivido y experimentado una cantidad extensa y variada de amores. Cuando le daba por voltear la mirada a su pasado, nunca con el anhelo de un tiempo mejor o a una melancólica añoranza, miraba con orgullo su viaje por ese camino.
Los recordaba de distinta forma. El amor nos llega siempre en el formato que necesitamos cuando lo demandamos. Por eso algunos se vuelven memorables y otros se pierden en la nada del olvido. Recordó el primer amor, que siempre intentaba acertar cual de ellos era el primero y siempre encontraba un antecedente anterior. Para su dicha tuvo amor del primer beso y amor de la primera vez. Llegados aquí el amor se convertía para él, en un sentimiento de cariño y afecto, y ya no tanto la gran palabra AMOR, a los que a muchos les gusta llenarse la boca o simplemente aparentar. Para él, el amor, se había convertido en el afecto que una persona despierta en ti más allá del corazón y el anhelado sentimiento de correspondencia emocional. Éste pudiera ser respeto, ternura, empatía, curiosidad, deseo,... Siempre ligado con la atracción sexual como su eje principal.
Aclarado esto, se perdía en sus pensamientos cuando también se acordaba del amor platónico, que sabiéndolo de fracasado porque lo platónico es así por algo, le llevaba a lugares donde nunca llegaría de otra forma. Tuvo amor para el olvido, aquel que sin buscarlo le ayudó a olvidar otros amores...
Pero todos éstos eran satélites alrededor de sus amores trascendentales.
Cada recuerdo al respecto corroboraba su idea del amor formateado a la necesidad del sujeto.
Para él hubo pocos GRANDES amores, y sin embargo muchas personas importantes. Son inolvidables, los que le arrancaron un pedazo de corazón, por obvias razones. Los que nunca llegaron a suceder pese a estar ahí. Los que no llegaron a tiempo o los que aún no era su momento.
Entre un gran amor y otro gran amor siempre se sumergía entre medio de una gran sucesión de pequeños amores. Algunos de una noche, otros en proyectos que no se concretaron, aquellos lascivos y viciosos que son pecado por como se dieron o fueron o por lo que transgredíeron. Sin embargo, esta sucesión concadenada de amores era necesaria para dar forma a su vida. Él entendía las relaciones amorosas de la misma manera en como debía enfrentar la vida. Por eso su vida fue siempre una aventura.
Amar sin miedo le había dolido mucho, pero fue ahí donde encontró su fuerza. Tuvo un gran amor y lo perdió. Pero tuvo muchos otros que fueron suyos porque con ellos descubrió que el amor sólo lo puedes recordar y sentir en su momento, pero no lo puedes capturar. Lo más maravilloso de este mundo suele ser siempre lo más efímero. Y ahí residía la belleza de lo que él entendía como amor.
Cuando él miraba hacia atrás, no miraba el volumen de tiempo sino el volumen de amor, dado y recibido. Lo importante no era la cantidad si no la calidad. Así, amores que no existieron o que fueron un parpadeo se tornan eternos en su memoria, y aquellos que debieron ser los más intensos no son más que una sinopsis en su gran libro.
Ya en ocasiones no recordaba quien había sido el primero y cual el último. Pero para él no era importante eso. Él sabía muy bien qué había significado cada uno de sus amores en su vida, y con eso a él le bastaba para seguir adelante.
Miraba atrás para inspirarse y recordar qué clase de hombre tenía que ser si quería llegar más lejos de lo que había llegado. Porque en lo más profundo de su ser sabía que si en algo no debía de cambiar, era en su forma de amar la vida.