El paraíso perdido
Las hojas de otoño son cálidas. Da igual que estén en el suelo o volando sobre nuestras cabezas, son caricias para los ojos. En ellas te puedes perder, hundirte o hacerlas volar, nada es amargo en su acogedor ocre y su crujiente crepitar. Es el paraíso perdido, un trocito de cielo salido de la tierra.