15 de agosto de 2018

Un consejo

"Déjame darte un consejo sobre las mujeres. Y sé de lo que estoy hablando. Así que, hormonalmente, somos criaturas completamente diferentes. Podríamos ser especies completamente diferentes. Nos ves como emocionales en exceso, y eso es verdad. Constantemente sentimos muchos sentimientos y ansiedades. Se nos dificulta separarnos de nuestros problemas. ¿Entiendes? Estamos constantemente buscando el tejido conector para encontrar una solución, nos obsesionamos. Buscamos señales emocionales para entender el significado detrás del silencio. No es algo bonito ahí dentro. El problema, es que esperamos que ustedes sean iguales.

Ahora, puedes conseguir placer en cosas sencillas, ¿cierto? Un juego de baloncesto, un videojuego. Realmente, juegos de cualquier tipo. Y esta habilidad de tener estos placeres sencillos, te permite compartimentar tus sentimientos de una manera bien diferente. Puedes hacer lo que las mujeres sólo sueñan con hacer. Puedes apagar tu mente. Y cuando tu mente se apaga, se te olvida hacer cosas, ¿cierto? Olvidas lavar los platos. Olvidas responder una pregunta cuando la hacemos. Y luego venimos contigo más fuerte, porque queremos tu respeto y tu atención. Porque no entendemos tu necesidad de apagarte, tu necesidad de soñar despierto. Para nosotras, es vagancia y egoísmo. Esa es la agresión. Esa es la testosterona. Y luego nos sentimos mal. Ese es el estrógeno. 

Estas son las cosas que realmente hubiera deseado entender mejor antes de que tu padre muriera...

Las parejas experimentan pérdida todo el tiempo en muchas formas diferentes. Es cómo comprendes esa pérdida, cómo navegas con ella lo que hace la diferencia.

[...]

Pero te diré esto. Aunque pienses de nosotras como constantemente hablando de nuestros sentimientos, guardamos mucho adentro. Nuestra mente nunca se detiene. Siempre analizando, preocupándose. Creo que si las mujeres fueran más físicas, y accedieran a nuestra rabia de esa manera, mucho cambiaría."


Creo que pocas veces he puesto un fragmente del guión de una película, pero esto me resultó sumamente revelador. El texto funciona mejor dentro del contexto, pero no lo contaré para no provocar spoilers. Está extraído de la película Band Aid (2017), un drama romántico independiente que es una delicia pura, y que a mí me trajo alguna que otra lección de sabiduría.

Sapiens

Alberto era un hombre pensativo. En serio, pensaba mucho, a veces demasiado. No obstante tenía grandes conversaciones ficticias en su cabeza. Pensaba tanto las cosas, las reacciones, los diálogos,... que prácticamente no hablaba más que para lo necesario y siempre con tedio.

Entre pensamiento y pensamiento otras historias brotaban de su cabeza. Grandes historias. Minúsculas anécdotas. Cuentos con moraleja. Relatos tórridos. Personajes estoicos e inverosímiles. Decenas de acontecimientos literarios nacían de sus pensamientos, y siempre se decía a sí mismo "lo tengo que contar", "lo voy a contar". Pero nunca lo hacía. Sus historias por increíbles y épicas que fueran no disponían de la relevancia necesaria para Alberto. Para darse su tiempo y darles luz.

Pero Alberto siempre pensaba en que tenía que escribir sus historias, aún a sabiendas que no lo haría, se robaba el tiempo en pensarlas, a pesar que no las escribiría por estar pensándolas.

Y así nuestro gris escritor esbozaba historias en su cuaderno cerebral, siempre lleno de cuentos chinos, japoneses, árabes, teutones,... Hazañas anotadas en un papel poroso, tan frágil como su estabilidad mental, invisible y volátil que al regresar a él éste se había borrado por la cotidianidad y la postergación.

Pero un día, dejó de pensar. No intentó tan siquiera filtrar. Agarró su historia, fresca y fuerte y la plasmó en un papel. Plantó cara y dorso, y sobre el blanco nuclear maculado, la tinta negra, fue una gota de color en el gris lienzo que era Alberto.

Era finales de otoño y una hermosa primavera estaba a la vuelta de la esquina.