Lo más bonito de mi
Lo más bonito de mi es lo que no digo. Justamente ese silencio denso, invisible pero perceptible. Como una neblina londinense que viene se posa y se va casi con la misma sutileza con la que se hace de noche.
Lo más bonito de mi, no es lo que digo, es lo que hago.
Llenar lienzos con los trazos de sus cuerpos. Transcribir los tomos de sus sueños para que pudieran recordarlos, mientras yo tan sólo era su humilde escribano en ellos. Tallé las canteras que pavimentaron todas las posibles carreteras de sus destinos. Sacrifiqué mi cuerpo a los cuervos para que nunca les faltara una chispa en la oscuridad.
Las convertí en mis musas y en mis verdugos. Por ello, ahora, mis manos y cabeza ruedan por los suelos, incapaces de reconciliarse con mi cuerpo.
Y sin embargo, creo que lo más bonito de mi es que lo volvería a hacer, tal y como digo. Volvería a hacer lo mismo, salvo entregarme en cuerpo y alma. Porque sin ellos no podré volver a sentir cuanto me duele, esta mortal inspiración.