29 de junio de 2014

Extraño

Extraño ir al cine.
Extraño cambiar de planes en el último minuto.
Extraño amanecer a las seis de la tarde. 
Extraño verte sonreír como lo haces.
Extraño nuestro sofá pervertido.
Extraño nuestra rutina.
Extraño a nuestras visitas.
Extraño estar encerrados sin llave.
Extraño tus caricias de buenos días.
Extraño no llorar constantemente.
Extraño ir de compras a las nueve de la noche.
Extraño nuestros restaurantes favoritos y pecar en la gula.
Extraño estar en casa con la lluvia fuera.
Extraño llegar a casa y hacer cosas contigo.
Extraño llegar con café y donas.
Extraño tu mirada de felicidad extasiada.
Extraño despertar a los vecinos.
Extraño hacerte reír, soñar, volar, imaginar, ...ar.
Extraño a tu familia.
Extraño a nuestro hijo.
Extraño a tus amigos, ahora ya un poco míos.
Extraño que no extrañes a quienes amas.
Extraño que no me extrañes.
Extraño no sentirme perdido.
Extraño cumplir mi palabra.
Extraño estar lejos del odio y el egoísmo.
Extraño no verte sufrir.
Extraño estar más cerca de ti.
Extraño estar a tu lado y estar.

Extraño-te y me-extraño...
Extraño no ser quien te mereces.

Y ahora todo me resulta tan extraño que me odio.

3 de junio de 2014

El libro

Había un libro dentro de él. Sabía de él e incluso de su historia. Pero ignoraba los matices, los suspensos, los ascensos, los descensos,...

En varias ocasiones había intentado contárselo al mundo, hacer saber que en él rugen la poesía más intensa y la más vibrante prosa. Que tras su gélido silencio y su racional proceder latía en él una obra maestra de la literatura del hombre. Pero a la hora de hacerlo, las palabras huían de sus dedos, de sus labios. La prosa se convertía en tosca y la poesía arrítmica y desmedida. Las hazañas en simples anécdotas y lo trascendental en un simple acontecimiento. Y así, fruto del desaliento decidió involuntariamente y sin darse cuenta dejar de intentar de escribir su gran libro.

A veces las páginas en blanco de un libro no están de más. 

Un día, mucho después de sus sueños de escritor, sin pensarlo recordó su anhelo por transcribir su gran libro. Y fue entonces que empezó a listar, nuevamente, los acontecimientos, personajes, historias en segundo plano, (...), de su libro. Y fue en ese momento, en ese mismo instante ni antes ni después, donde su gran libro le habló (por primera y última vez) e hizo saber que hay libros que no se deben contar sino que se han de vivir, y el suyo era uno de esos. Su vida se había convertido en la mejor de las historias cuando decidió vivir en lugar de anotar y enlistar los hitos de su gran historia a contar. 

Y lo entendió. Y llegó a ser un gran libro que sólo unos pocos supieron leer, sólo aquellos quienes no juzgaron la cubierta o simplemente no les asustó los riesgos que la trama proponía. Sus palabras eran, en definitiva, pura vida.