Bichoja
El viento hacía soñar al otoño alzando su falda al aire y dejando ver sus enaguas de invierno, blanco y frío. Se arremolinaban en el aire y caían abrazadas al azar.
Bichoja, era el único que no había cambiado su vestuario de temporada, que seguía prefiriendo el atuendo de primavera que al de otoño, había intentado pasarse a verano pero sus tonos amarillentos y anaranjados le ruborizaban, por lo que se quedó con la moda de la verde primavera. Así todas y todos sus vecinos se preparaban para la temporada viniente, mientras que él en sus trece se les quedaba mirando pasmado e incrédulo como se cambiaban de ropa. Cuando llegó lo marrón, vio como tomaban sus humildes cosas y se lanzaron al vacío con sus mejores galas a presumir por doquier sus atuendos.
Nunca había notado tanto el frío como cuando todos y todas abandonaron la rama. Quizás fue la soledad del árbol o el frío de la propia rama deshabitada, pero llegó el día en el que Bichoja se precipitó al azar. Primero planeó cayendo en tirabuzón y poco después con suavidad extendiendo sus piernas y brazos hasta tocar con su barriga el suelo. Sorprendido sintió calor en su vientre. Apoyó su mejilla restregándola suavemente, y cerrando los ojos... Se durmió.
Bichoja, era el único que no había cambiado su vestuario de temporada, que seguía prefiriendo el atuendo de primavera que al de otoño, había intentado pasarse a verano pero sus tonos amarillentos y anaranjados le ruborizaban, por lo que se quedó con la moda de la verde primavera. Así todas y todos sus vecinos se preparaban para la temporada viniente, mientras que él en sus trece se les quedaba mirando pasmado e incrédulo como se cambiaban de ropa. Cuando llegó lo marrón, vio como tomaban sus humildes cosas y se lanzaron al vacío con sus mejores galas a presumir por doquier sus atuendos.
Nunca había notado tanto el frío como cuando todos y todas abandonaron la rama. Quizás fue la soledad del árbol o el frío de la propia rama deshabitada, pero llegó el día en el que Bichoja se precipitó al azar. Primero planeó cayendo en tirabuzón y poco después con suavidad extendiendo sus piernas y brazos hasta tocar con su barriga el suelo. Sorprendido sintió calor en su vientre. Apoyó su mejilla restregándola suavemente, y cerrando los ojos... Se durmió.
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