Gloria cenicienta
Muchedumbre hueca a mi alrededor. Miradas inertes. El gris impera en sus ojos, en su piel, en su ropa, en sus palabras. Comisuras rígidas con ligeras grietas de inútiles intentos de sonrisa. Son un manto ceniciento sobre la ciudad, que la adormece al inhalarlos. Asfixia. Todo se contamina por osmosis. Estamos condenados. La ciudad es ya tan fría como los corazones inertes que lo habitan. Corazones cuyos latidos sólo impulsan las putrefactas cenizas de la vida que hace tiempo atrás fueron.
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