25 de marzo de 2009

De cualidades

De entre todos mis defectos tengo la virtud de no ser perfecto.

16 de marzo de 2009

Días grises


Todo estaba gris; estaba triste. Roland manejaba tranquilo, perdido en la línea que lo abandonaba en el horizonte, más allá de donde yo podía llegar. El mar no brillaba estaba apagado con un azul marino inerte y cadente de blancos. Algún coche, a veces blanco otras azul cerúleo o rojo carmesí, perturbaba la armonía del manto de tristura sobre Boca del Río. Yo me perdía en la riqueza cromática de la melancolía, tan rica, que era imposible no estar triste sin estar en paz... Los asientos invadían de calor mi espalda y resultaba una sensación acogedora, haciendo nacer en mí una dulce seguridad, un sentimiento de protección. Mi cabeza reposaba sobre el respaldo de mi asiento convirtiéndome en un autista: mudo, observador e inexpresivo, y tan sólo mis ojos iban y venían entre farolas de carretera, peatones fugaces y edificios bajos erosionados por el tiempo y el miedo. El viento entraba corriendo a refugiarse de Eolo, enfureciendo a mi cabello hasta transformarlo en Medusa... Roland subió las ventanillas. En ese momento, el calor se hizo más perceptible. Estaba en el resguardo de mi infancia. Y con ese cálido vacío naciendo de mí, una canción empezó a brotar con la misma delicadeza con la que surgía mi letargo. Por un instante cerré los ojos y mi cuerpo, el de mi mente, comenzó a fluir a flotar a transpirar todos los miedos. Cuando los abrí ya no era yo, ya no estaba allí. Pude verme reflejado en el cristal, ahora yo también era gris, formaba parte de Boca del Río y, mi persona, volvía aún más hermoso el melancólico tinte gris en el que nos abandonábamos. Roland jamás habló. Yo callé.

7 de marzo de 2009

Lupus Kid

Lupus Kid

El niño lobo, ha vuelto...
La xilografía me mola XD

3 de marzo de 2009

La flor desterrada o la envidia del jardín

La flor desterrada o la envidia del jardín

En el jardín de las caracolas, había una flor, bueno en realidad habían muchas flores pero lo que la hacía única a esa flor es que tenía nombre, a diferencia de sus congéneres. Norberto, el jardinero, un día se la encontró casi muerta en una vereda de la carretera nacional, sabe dios ya de donde. La cuidó y mimó, y para alentarla la premió con un nombre con el que darle ánimos. Indil, que así se llamó, sano rápido y extendió sus pétalos para Norberto. Aún después de haber sanado el jardinero siguió llamándola por su nombre, despertando así las envidias de todo el jardín. Pasó mucho tiempo y las cosas seguían como el primer día para Indil. Lo curioso de que las cosas sigan como siempre es porque en breve, dejarán de estarlo. Y así fue, como al día siguiente del día de como el primer día, Norberto, que siempre fue un hombre tímido y recatado, aparecía acompañado de una hermosa mujer colgada del brazo. De pronto, la inocente voz de la mujer pidió con caprichosa dulzura, una flor. Oído esto, todo el jardín alarmado empezó a agachar las cabezas para pasar desapercibidas, pero Indil, curiosa y feliz por Norberto, no lo hizo. La mujer la avistó, curiosa con su atención al viento, y enseguida dijo: “Quiero ésa”. Norberto la miró con tristeza, e Indil sin entender nada fue desterrada. Y así, el jardín de las envidias volvió a ser feliz.

Ilustración para mi hermanica mayor, Silvia, que anda jodida por las envidias.
Sister, para eso lo mejor es coger las maletas y plantarse en otra parte.