Des-contractura
Todo fue muy ruidoso. El estallido fue una sucesión de derrumbes rocosos sobre su áspera piel. Cada movimiento era un estruendo. Ya no había fricción, se había ido. Ya no existía la tensión ni la unión. Sólo quedó el recuerdo, su rígido fluir. Luego, llegaron los gritos, los gemidos, el alivio. Los Andes rugieron ante él, le aportaron la dignidad mermada por la situación. Todo se tornó calma. Las posturas, en ocasiones vejatorias, le recordaron su fragilidad. Sintió, por vez primera sintió, que él al igual que las ramitas puede hacer -clack-, que ya no podría ser más un pilar para los demás si no era capaz de sostenerse. Y entre deducciones banales su cuerpo estallaba en una sinfonía de quebradas notas, zigzagueantes al compás, libres. Expresiones en libertad, consiguió calificarlas. Todo su cuerpo tembló, desnudo tiritó y sudó. Al levantarse supo que ya no se sentía rígido, pero tampoco era capaz de fluir con el resto. Se sintió capaz de seguirlos, superarlos si quisiera, pero se aseguró de escoger el ser un perdedor feliz.
31 de mayo de 2007
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