31 de octubre de 2020

Viajar

Viajar.
¿Alguna vez os habéis preguntado lo que realmente significa?La vida en sí misma es un viaje. Íres y venires, algunos largos, inmensamente largos, otros cortos, tan sumamente cortos, que los despreciamos sin considerarlos como tal.

Viajar es abandonarse.
Viajar es entregarse.
Uno abandona su vida implantada y se entrega a la semilla de su corazón.

Viajar, marchar, partir, volver. Verdaderamente uno nunca vuelve. Cuando decides irte, alejarte de todos, de cada una de las personas que sin darse cuenta te han alentado a alejarte de ellos. Es en ese preciso instante, en el que uno ya se ha ido.
Siempre he creído que el viaje inicia cuando uno ya ha tomado la decisión de irse. Es el viaje inicial de la imaginación y el sueño. Esperanza quizá. Sin embargo, es en muchos casos amargor para los que te rodean.

Viajar. ¿Qué demonios es viajar?
Os lo diré muy fácilmente. Es huir. Huir de la realidad cotidiana. De las responsabilidades. De tu pareja que te maniata. De tu jefe que te castra. De tus amigos que te limitan con sus miedos y tabúes. Es huir. Es querer y saberse libre para hacerlo.

Para nosotros, los viajeros, los que tenemos el corazón partido. Que somos como los niños, que no son capaces de escoger entre papá o mamá. Nómadas contemporáneos.
A veces pienso que nací en la época equivocada. Nuestros abuelos eran mucho más nómadas que nosotros, y probablemente los suyos más que ellos. Seguro que habían razones para ello: política, guerra, hambre, crisis. Espera. ¿Estoy hablando en tiempo pasado?

Para los viajeros un viaje es como un segmento, igual que en la primaria, de A hasta B. Nosotros, que por lo general vivimos con calderilla en los bolsillos, realizamos el viaje entre A y B sin ataduras. No es el destino nuestro viaje, sino lo que sucede en lo que llegamos a él. Puedo deciros que tanto A como B son mis casas. Si bien una es como la casa de mis padres y la otra como la casa de la playa. Lo enriquecedor, lo verdaderamente adictivo, es lo que pasa entre esos dos puntos, en la que la única diferencia con nuestra infancia es que nunca los une una línea recta.

(Texto extraviado y rescatado del 2012)

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