Sueño vivido
Pensaba en contártelo, pero tengo la certeza que ambos estuvimos ahí.
Hace una semana soñé contigo, no sabía que fue así hasta que desperté decepcionado y magullado por dentro. Pero mejor os digo, hace una semana soñé con él.
Mi enorme pantalla estaba encendida y como desde hace un tiempo hasta ahora, ni iban ni venían datos de ningún tipo por la CPU. En plena consciencia de mi neutra actividad, atento como siempre a todo por mi visión perimetral alcancé a ver su mano, no lo sabía pero lo sabía. Fornida, endurecida por el trabajo, medio bronceada por la vida en la costa, y su reloj Omega dorado y plateado se dejó entrever por su puño de la manga doblado. Apenas fue un instante, el cual lo pasé atónito asimilando lo que acaba de contemplar. Trance que fue interrumpido por el sonido al cerrarse de la puerta de entrada, apenas a dos metros de mi habitación, el cual me hizo saltar hacia ella. Puse mi mano sobre el picaporte, y a pesar de mi decisión en abrir la puerta, era inútil no había forma de abrirla. En mi afán de cruzar el umbral, husmeé por entre los huecos de una persiana fija de bambú: la misma mano que había visto escabullirse por el rabillo de mi ojo ahora estaban sosteniendo la aldaba con fuerza. Fue un parpadear en lo que mi mirada buscó ávidamente el rostro de aquellas manos. No di crédito a lo que se me había revelado; en ese mismo instante se supo descubierto y soltando las manos se alejó unos pasos marcha atrás de la puerta.
Sin resistencia que frenara mi deseo, logré tirar de la puerta hacia mí.
Ante mis ojos, mi patio central, y en él: mi padre. Ahí estaba con su camisa naranja Versace y su físico de siempre (algo panzón y flaco a la vez), sonriéndome como cuando le pillabas haciendo alguna trastada o escondiendo alguna canallada de las suyas. Alzó su mano derecha a la altura de su cabeza, y la agitó saludándome. Su sonrisa visible, incluyendo su diente ausente y el otro de oro. Su rostro era el de siempre, pero su tez tenía un tono verde mortecino que me dio a entender que ya no estaba en este mundo. En cuestión de milésimas de segundo, te vi te reconocí y te sentí. Y dentro de ese tiempo tan ínfimo, para mí un infinito, fui inundado por un océano de emociones y sensaciones que eclosionaron con un: "¡Papa...!". Seguido de otro: "¡Papá!". Para cuando quise darme cuenta mi tiempo infinito se había acabado y mi pie ya estaba avanzando cuando solté: "¡PAPÁ!".
Tan pronto como mi cuerpo se desplazaba lentamente para acortar la distancia que nos separaba, vislumbré tras él dos figuras junto a la puerta de herrería, que da acceso al pasillo que tras diez metros de recorrido lleva al umbral que desemboca a la calle, vestidas con ropa elegante de los años cincuenta. A la izquierda de mi padre había un hombre con un traje gris de rostro irreconocible. Y a su izquierda se hallaba una mujer con un traje de falda y chaqueta marrón, también con su rostro ensombrecido. Impulsado por el anhelo de abrazarlo, como no pude hacerlo en mi realidad consciente, me lancé tirado por el corazón. Juro que tiré de mí con todo lo que traía dentro, pero tan pronto como mi cuerpo hizo el amago de acortar distancias: mi padre, sin quitarme la vista de encima y sin cambiar su expresión ni por un instante, comenzó a andar marcha atrás. Como si caminara en paso revertido, con ese movimiento antinatural y seco que se percibe cuando algo no fluye en el orden establecido de las cosas. Comencé a lanzar mis pisadas mientras gritaba: "No". Continué lanzando mis pies sobre el suelo del patio pero no había forma de avanzar, mientras mi padre se iba alejando de mí cada vez más. De mí salió otro grito más ahogado: "¡No...!". Mientras sin poder hacer nada veía cómo mi padre ya se encontraba casi a la altura de las dos figuras. Y lanzando mi mano hacia él, desesperado, sólo pudo recibir un desolado "¡No...!". Justo en el momento que había sobrepasado a sus dos acompañantes, estos giraron sobre sí mismos y todo se esfumó. Podría decir que se fundió a negro, pero no fue así. Creo que lo más parecido sería contar que fue como si se disipara una niebla.
Me desperté en mi cama. Aún gimoteando "No", dos veces más, aparte de la que me devolvió a la realidad consciente. Desconcertado, abrí los ojos buscándolo. Me asomé a la ventana, que da al mismo patio, buscándolo. No había rastro de nada, ni de mi padre ni de sus acompañantes. El único vestigio que quedó fue la luz del alba, misma que había hacía un momento en mi encuentro. Rompí a llorar. No contaba con volver a verte, y me rompió volver a perderte. Te fuiste dejándome nuevas dudas, pero sé que viniste a despedirte, a darme la oportunidad que no tuvimos en su momento. Pero por muy reconfortante que haya podido ser, no me hace feliz.
Hace una semana soñé contigo, pero yo sé que no fue sólo un sueño. No te vayas muy lejos, cuando nos reencontremos tendré mucho que contarte.
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