Antes de dormirme II
La sala se expande mucho más allá de lo que imaginaba. Toma del pomo de la puerta, de la enorme puerta, y se abre. Ante él su estancia. Fría, grande, sepulcral. Su mausoleo. Cierra la puerta. Un haz de luz vertical divide la habitación, dejando entrever el entorno. Poco a poco se va desvistiendo. Con esfuerzo se sube a su cama. Cuando se incorpora se topa con un inmenso mar de sábanas. Frías. Avanza insignificante. Saltando. Tropezando. Desolado. Al fin llega a la cabecera de su lecho. Su almohada es un gran cerro. Con dificultad deshace su cama y se introduce en ella. Se recuesta observando apenadamente el inmenso mar de su soledad. Llano donde sus temores se recrean como en un teatro hasta que concibe, al fin, el sueño anhelado.
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