Pensamientos en las Madrugadas III
Cada noche es igual a la anterior y a la anterior y a la anterior… Negra, vacía, lejana. Los huecos que en el día se llenan con la inmensa nada en la noche los invade la espesura de lo intangible. Esquinas muertas, aristas hirientes, ventanas frías. La estancia, quien le empuja a escribir estas líneas en la madrugada de su insomne noche, es la cueva en donde se deja de ser hombre para ser el ser que es. En la oscuridad, en donde su cuerpo no es cuerpo sino tangible invisibilidad, sólo queda la esencia del ser que es, un solo ser, un ser solo ante el gran todo palpable y oculto de un único universo, el verso de su vida única que pudiera englobar a todas las demás pero que no lo hace por ser su universo egoísta. Una galaxia aparte en una caverna oscura y sombría que es un universo en sí misma. En donde no hay sonda viajera ni luz de estrella viva que indique el fin de este cosmos en expansión. Su nave de los sueños está estropeada y va a la deriva en la espesa tinta de sus versos, naufraga soñando sin poder, en alcanzar el blanco papel por el que surcar su propio camino…
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