El mundo de JOPA
En uno de mis viajes por la urbe urbana. Ingenuo, como siempre, me aventuré por las zonas en donde las criaturas como las cuquis (cucarachas) y las tarras (ratas o ratones) no habitan. Avancé en mi caminar por valles arbolados y por un pueblo de pasiva y hospitalaria actitud. Algo debió pasar, no sé el qué que fui introducido de forma degradada e inconciente en un mundo paralelo de tremenda felicidad. Cuando me quise dar cuenta estaba bajando unas escaleras que me llevaban a un lugar frío e incluso en un principio inhóspito. Y frente a mí, una puerta robusta que sin mediar tono alguno por mi parte se abrió ante mi.
Eran dos personajillos particulares los que habitaban allí. El más grande de los dos se hallaba descansando en mi llegada y el otro, algo más bajito estaba cuidando de su manso tigre y de un jardín de alegres flores. Su cálida bienvenida me hizo confiar rápidamente y me acogieron como uno más. Cocinaron para mi, platos típicos de su mundo. Escuché melodías inauditas por otras gentes. El más grande se llamaba Pa, era el que más dormía, pues siendo tan grande requería descansar más por el esfuerzo que le requería su pasiva vida cotidiana. Sin embargo el bajito Jo, siempre estaba de un lado a otro emitiendo ruidos raros con instrumentos que nunca antes había visto. Durante el tiempo que estuve con ellos, descubrí que un mundo mejor podía existir, sólo había que crearlo. Cuando mi mente se iba o me descuidaba con otros asuntos que atraían mi atención, Jo y Pa se ponían a tocar un instrumento semejante a una guitarra y de forma improvisada, como los juglares o los trovadores, creaban divertidas piezas sonoras efímeras. Cuando me percaté del tiempo que llevaba en su mundo recordé, que yo pertenecía al mío y debía volver, sino la gente de mi mundo me extrañaría, ellos lo comprendieron y acordamos que volvería a visitarles si ellos me daban su beneplácito. Yo partí contento, dejando atrás el mundo de Jopa. Y ellos también muy contentos se fueron a bailar con Apolo.
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