Textos olvidados III (no publicados)
jazz in a moment
El entorno cálido. El humo del tabaco. Algunos gritos y voces altas. Todo tenía su encanto; se estaba bien. Ni tan siquiera el suelo de piedra nos incomodaba. Mucho menos aún cuando todo fue acallado por una trompeta resguardada por un saxofón. El aire se llenó de partituras; de líneas y notas que surcaban de forma sinuosa por toda la sala. Sólo tenía que dejar de pensar en la música para que ésta te cogiera y te llevara a lugares recónditos del alma. Se pudo calificar de mágico.
A mi lado un gran amigo, a mi otro lado más que una amiga, tanto es así que nunca podría ser más que eso, por mucho que lo desee y por mucho que se quisiera. Y al lado de ella, él. Persona muy maja, futuro proyecto de okupa, de posiblemente familia bien, de cara bonita y de buen corazón. Lo contrario que yo.
Con el tiempo se aprende a rechazar según que tipo de metas. La noche aunque un poco dolida fue muy buena. Bebimos mucho, y fue bueno, se creó una atmósfera como sólo las que el anfitrión sabe montar, humo, cerveza y sinceridad.
En una mesa de cuatro personas (el cuatro es un número que me está empezando a gustar) de las que dos son o pretenden ser humanistas, y a otro de ellos le encanta dialogar, es imposible evitar la filosofía de calle (o de bajo conocimiento filosófico). Tan común se convirtieron la afirmación del ser humano como animal por razonamiento, como al vapuleado comunismo carente del tiempo de praxis que el capital se ha adjudicado. Todos aprovechamos cuando nos encontrábamos solos para preguntarnos por nuestra vida sentimental, menos yo con él, que nunca coincidimos en quedarnos solos. Seguramente le hubiera amenazado con partirle las piernas si se le ocurría hacerla daño, o simplemente me hubiera mantenido callado.
Ya andábamos borrachos cuando nos comimos una caja de croissants.
Nuestra próstata estallaba y dos evacuaron en las inmediaciones urbanas más próximas. Ella no se quería poner detrás de un container, por cosas del pasado. Yo sugerí mi orinal. Dicho y hecho.
Acabamos todos en mi casa, tirados en los sofás, cantando canciones de Marea, Extremoduro, Fito & los fitipaldis entre otros, entrando ya en la más absoluta degeneración. La despedida me supo amarga. Los grandes encuentros suelen tener grandes desencuentros. La gran despedida de mi amigo, el caluroso abrazo de mi amiga, y el sorprendente abrazo de despedida de él, fue el cierre de una noche, de la que ella se encargaría de cerrarlo con un beso al aire.
A mi lado un gran amigo, a mi otro lado más que una amiga, tanto es así que nunca podría ser más que eso, por mucho que lo desee y por mucho que se quisiera. Y al lado de ella, él. Persona muy maja, futuro proyecto de okupa, de posiblemente familia bien, de cara bonita y de buen corazón. Lo contrario que yo.
Con el tiempo se aprende a rechazar según que tipo de metas. La noche aunque un poco dolida fue muy buena. Bebimos mucho, y fue bueno, se creó una atmósfera como sólo las que el anfitrión sabe montar, humo, cerveza y sinceridad.
En una mesa de cuatro personas (el cuatro es un número que me está empezando a gustar) de las que dos son o pretenden ser humanistas, y a otro de ellos le encanta dialogar, es imposible evitar la filosofía de calle (o de bajo conocimiento filosófico). Tan común se convirtieron la afirmación del ser humano como animal por razonamiento, como al vapuleado comunismo carente del tiempo de praxis que el capital se ha adjudicado. Todos aprovechamos cuando nos encontrábamos solos para preguntarnos por nuestra vida sentimental, menos yo con él, que nunca coincidimos en quedarnos solos. Seguramente le hubiera amenazado con partirle las piernas si se le ocurría hacerla daño, o simplemente me hubiera mantenido callado.
Ya andábamos borrachos cuando nos comimos una caja de croissants.
Nuestra próstata estallaba y dos evacuaron en las inmediaciones urbanas más próximas. Ella no se quería poner detrás de un container, por cosas del pasado. Yo sugerí mi orinal. Dicho y hecho.
Acabamos todos en mi casa, tirados en los sofás, cantando canciones de Marea, Extremoduro, Fito & los fitipaldis entre otros, entrando ya en la más absoluta degeneración. La despedida me supo amarga. Los grandes encuentros suelen tener grandes desencuentros. La gran despedida de mi amigo, el caluroso abrazo de mi amiga, y el sorprendente abrazo de despedida de él, fue el cierre de una noche, de la que ella se encargaría de cerrarlo con un beso al aire.
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