Amar(te)
De pequeño nunca me enseñaron lo que era realmente el amor. Todo era una recompensa, siempre. El amor siempre traía una letra pequeña, una cláusula escondida, una fecha de contrato, un arma arrojadiza. Un cambalache con toneladas de maquillaje e ínfulas de desinteresado, palabras edulcoradas. Un bumerán que te atizaba en el cogote pidiendo la devolución de un gesto, un acto, una coartada, o en forma de puntal cuando fuera requerido.
El amor fue una moneda de cambio, un premio, un tabú, una lanza de Longinus, una lupa, era una señal de auxilio en una isla desierta. Es la galleta que pide este perro tras dar la pata aunque no la estén pidiendo.
Fue un estigma en el alma, señalado y humillado. Mostrarlo era debilidad. Y agachar la cabeza, demostrarlo.
Me inculcaron sin palabras la idea que el amor es mejor recibirlo, pero nunca me enseñaron a darlo. Confundí amor con consuelo. Malinterpreté amor con promesas de corazón. Comprendí el amor con favores.
Aprendí el amor demasiado tarde. Hice el amor por primera vez muy tarde. Y mis reflexiones sobre porqué amo como amo llegan también tarde.
Sé que lo aprendí mal, pero quiero desaprenderlo bien. Y limpio, volver a escribir sobre lo que es el amor. Porque si algo quiero es no creer que este amor que conozco es el único que tengo y que hay, sino saber que puedo amar mejor.
Amar(te) mejor.
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